Un 'jet lag' llamado cambio horario

Los expertos recuerdan las consecuencias que perder una hora de sueño tiene para el organismo y recomiendan algunas prácticas para ir adaptándose poco a poco.

Se trata un periodo de adaptación que afecta fundamentalmente a los estados de ánimo, las alteraciones del sueño y los hábitos alimenticios
Un 'jet lag' llamado cambio horario
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Fue Benjamin Franklin el que por primera vez a finales del siglo XVIII sugirió la idea del cambio horario para ahorrar energía –en ese caso para reducir el consumo de cera y velas–, aunque no fue hasta 1974, a raíz de la crisis del petróleo, cuando la medida se instauró, se generalizó y se extendió por diferentes países del mundo, incluido España. Si realmente retrasar las manecillas en octubre no origina importantes trastornos en nuestro organismo, el contrario, que nos obliga a perder una hora de sueño, nos afecta más de lo que nos imaginamos.

Quitar una hora al descanso nocturno y alterar el ciclo circadiano sin previo aviso provocan, según los expertos, consecuencias más o menos graves dependiendo de la predisposición e incluso de la edad del individuo –todos estos cambios afectan más a los mayores–. Unido a la propia astenia primaveral, la decisión de modificar nuestro ciclo de sueño nos puede hacer acumular cansancio y llegar a sufrir estados de somnolencia, irritabilidad o ansiedad. "El cambio supone disfrutar de más horas de luz, pero tiene sus consecuencias y las notamos. Efectos vamos a tener. Es como un jet lag. Eso está claro. El domingo por la noche –por hoy– no sabremos a qué hora echarnos y lo notaremos durante diez o quince días", asegura el responsable del servicio de Neurofisiología del hospital Clínico de Zaragoza, Diego Rodríguez, que recuerda que lo se tiene que intentar es reducir estos síntomas.

¿Y cómo se pueden contrarrestar o mitigar estos efectos? Los expertos recomiendan comenzar a preparar el cuerpo una semana antes del cambio horario con algunas prácticas que ayudarán al organismo a adaptarse mejor. Una de las pautas más eficaces, según explica Rodríguez, es echarse a dormir quince minutos antes cada día para ir amortizando poco a poco esa hora. Además, el neurofisiólogo recomienda acompañarlo con otros comportamientos, como hacer una actividad física moderada a media tarde (nunca al final del día), para movilizar el cuerpo, ayudarlo a liberar adrenalina y que acumule más cansancio. Pero también aconseja evitar las cenas copiosas y los "estímulos lumínicos" antes de acostarse. "No utilizar tabletas, móviles, ver la tele... Es bueno leer, pero lecturas banales que no nos enganchen, porque si no, estamos en la misma situación. Por ejemplo, lo adecuado sería algún artículo que nos ocupara entre ocho y diez minutos para conseguir bloquear la mente y ayudarnos a conciliar el sueño", explica el neurofisiólogo clínico.

Pero si no ha puesto en práctica estos consejos unos días antes para llegar preparado a este día, todavía no es tarde para poder conseguir ajustarse de la mejor manera posible al cambio horario. "Se pueden seguir estas mismas pautas y lograr ir adaptándose poco a poco", afirma el experto.

Una medida muy polémica

Sobre la mesa todavía queda la polémica de por qué todavía se sigue recurriendo al juego de manecillas dos veces al año y si realmente se traduce en un ahorro energético. Hay entidades que durante los últimos años no se han mostrado muy de acuerdo con esta medida y su impacto sobre la eficiencia. Creen que la única razón por la que se mantiene esta ‘tradición’ es la inercia y apuestan por otros cambios que hagan ahorrar todo el año, como la rehabilitación energética de los edificios. Tampoco la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles ha visto con buenos ojos esta variación.

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