El 75% del territorio de Aragón está en riesgo de desertificación durante este siglo

El aumento de las sequías y la subida de temperaturas afectará principalmente al valle del Ebro y los montes turolenses. En el Pirineo los bosques empiecen a cambiar de especies.

Personas caminando por el embalse de Lanuza durante la sequía de 2011
El 75% del territorio de Aragón está en riesgo de desertificación durante este siglo
Pedro Etura

El cambio climático y el aumento de temperaturas provocará que en España aumente el riesgo de desertificación de forma notable durante este siglo, un panorama que en el caso de Aragón hará que las actuales tierras consideradas semiáridas se expandan ganando terreno a buena parte de los montes turolenses y el Prepirineo. Esa es la principal conclusión que extrae un reciente informe elaborado por el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente en el que mediante una serie de proyecciones se evalúa cómo puede variar el paisaje de la Península Ibérica en los próximos 80 años.

Como desertificación se define la degradación irreversible de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas. En Aragón, estos tres tipos de suelos corresponden al 75% del territorio en la actualidad, mientras que solo un 25% se considera húmedo o subhúmedas húmedos, que se encuentran casi la mitad en el Pirineo oscense.

Aunque estas zonas boscosas hagan que la visión a futuro que muestran los mapas del informe para Aragón no sea tan pesimista como la proyecciones que se dan para el conjunto de España (donde los terrenos áridos casi se doblarían, para pasar de cubrir solo Almería a parte de Castilla La Mancha y las Baleares), los expertos aseguran que la degradación de estas zonas en la Comunidad ya se está empezando a notar.

“La desertificación depende de diversos factores, divididos principalmente entre los efectos climáticos y la actividad humana. En Aragón, y de forma especial en el Valle del Ebro, ya se está constatando un aumento de la aridez, que es la relación entre las precipitaciones y el agua que se evapora en una zona, lo que a la larga da lugar a terrenos menos productivos y más erosionados”, explica Yolanda Pueyo, investigadora especializada en terrenos semiáridos del Instituto Pirenaico de Ecología del CSIC.

Detrás de este fenómeno, de por sí ya presente, lo que señala el nuevo informe del Ministerio es cómo el cambio climático puede potenciarlo hasta extender zonas desérticas a otras que ahora se consideraban a salvo. El aumento de las temperaturas ya contrastado, con los tres últimos años siendo de los más cálidos desde que hay registros, y los cada vez mayores indicios de que las precipitaciones pueden ir a la baja también empujadas por este calentamiento, son sus principales responsables.

“Mientras que sí está claro que las temperaturas van a ir al alza en las próximas décadas, las previsiones con respecto a las precipitaciones no están tan claras, aunque sí que hay proyecciones que parecen incidir que van a existir periodos de sequía más severos, como ha podido ocurrir en los últimos años, precisamente por el aumento de los grados”, continúa Pueyo.

A este respecto, y a pesar de que las bases de datos de precipitaciones de la Aemet no muestran grandes cambios, sí que se ha detectado que en 2015 ese recogieron 586 litros de lluvia por metro cuadrado en la cuenca del Ebro, frente a los 589 que hubo de media entre 1980 y 2010. Del mismo modo, otro informe de Ecologistas en Acción elaborado el año pasado con datos estatales, cuantificaba que las aportaciones hídricas del los afluentes del Ebro habían caído hasta un 21% en apenas dos décadas.

Del resentimiento de los bosques de Teruel a los cambios de especies en el Pirineo

Aunque en Aragón se ha convivido históricamente con zonas semiáridas en el Valle del Ebro, Pueyo explica que a un futuro estas zonas también pueden sufrir consecuencias. “Hay zonas semiáridas bien conservadas porque la vegetación está adaptada a este terreno, pero el aumento de las temperaturas pueden desplazarlas. Ahí aparece el riesgo de que el suelo quede desprovisto de cualquier protección aumentando el riesgo de erosión y de capacidad productiva del mismo. Y todo ello sin que en la actualidad exista un presión humana sobre los usos del suelo tan fuerte como había hace unos años cuando el pastoreo y la agricultura estaba mucho más presente”, señala.

Este panorama se ve bien en los mapas hasta 2100 elaborados por los técnicos del Ministerio. En la zona de los bosques de Albarracín, por ejemplo, se pasaría a tener un suelo semiárido, mientras que el Prepirineo, y en especial las Altas Cinco Villas, también verían cómo se reduce su área húmeda.

Allí, varios estudios del Instituto Pirenaico de Ecología han comenzado a recoger cómo especies como el pino negro o el abeto han comenzado a retroceder buscando mayor humedad, al tiempo que especies vegetales mediterráneas van ganando terreno. “Son cosas que no se ven a simple vista, hablamos de que en un a montaña, por ejemplo, árboles que crecían en una zona hayan retrocedido 70 metros hacia sus faldas”, comenta la investigadora.

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