Por
  • José Ángel Biel Rivera

Hacer Aragón

Si es cierto que en Aragón sobra sitio (más de 3,6 hectáreas por habitante) no es menos cierto que nuestra Comunidad no acaba de encontrar su sitio en la política de Estado, acorde con su historia, singularidades y buen juicio (Aragón y el Derecho).


Todos los partidos políticos, sin excepción, han dejado de lado la articulación consensuada de una política eficaz, destinada a poner a Aragón en el mapa político de España y recuperar la ‘principalidad perdida’.


Salvo contadísimas excepciones, cada día se habla menos de autogobierno, foralidad, bilateralidad o del convenio económico con el Estado previsto en el Estatuto de Autonomía.


Es cierto que reclamamos periódicamente desde Aragón lo que consideramos reivindicaciones históricas, pero su consecución lleva camino de la eternidad. Entre otras razones porque carecemos de una política común inteligente, en profundidad y a corto y medio plazo. Para ser tajantes hay que tener tajo y en Aragón moler gordo.


Aragón está perdiendo pulso político –por muchos esfuerzos administrativos que hagamos– porque los partidos tienen sus propias limitaciones (algunos van cuesta abajo en la rodada) y el corazón social no bombea con suficiente fuerza. O porque ya no interesa lo que tantas ilusiones removieron en los comienzos de la Transición o porque los aragoneses no se creen nada y andan más cerca del pasotismo que de la participación social y política. Posiblemente con razón. Hoy serian imposibles las manifestaciones a favor de la autonomía o en contra del transvase de otros tiempos más combativos.


Además, la nueva cuestión catalana enturbia el panorama político, hasta tal punto, que muchos consideran la mera idea de autonomía como un mal en si mismo. Lo que hace que no se den las condiciones para ser escuchados en determinados temas.


Hasta que los españoles estemos convencidos de que el Estado está dispuesto a aplicar todas las medidas que la ley permite para impedir la independencia de Cataluña, no estaremos seguros de la imposibilidad de la sedición. Más bien al contrario.


Hasta la fecha, las instituciones de Cataluña han incumplido de forma reiterada la ley, de palabra y obra, y lo seguirán haciendo hasta que consigan su propósito.


Aragón no puede estar al margen de un asunto tan grave. No solo por la necesidad de coadyuvar a la Unidad Nacional (con mayúsculas, las minúsculas las dejo para las autoproclamadas naciones y nacionalidades) sino con el fin de evitar que en la búsqueda de una solución para Cataluña, u otros territorios, sea Aragón uno de los paganos del posible apaño.


Cada día es más necesario generar una corriente de opinión, que movilice los centros neurálgicos de la sociedad aragonesa. Para que, aunque parezca un contrasentido, la parte más activa y creativa de la sociedad ocupe el espacio que los partidos parecen incapaces de articular. Bastante tienen con que les aprueben los Presupuestos en Zaragoza, Aragón y España. Con eso se conforman sean gobierno u oposición.


Sin embargo, existen en Aragón sectores sociales, económicos y culturales, algunos bastante activos, constituidos en sociedades, fundaciones, asociaciones, círculos o clubes, e incluso empresas, que deberían tomar cartas en el asunto y remover conciencias y emociones con propuestas imaginativas. Cada uno con su especialidad, pero dirigida a hacer más Aragón. Hacer país como antes se decía.


En definitiva, se trata de que nuestras gentes participen en la ‘cosa pública’ en sustitución de los políticos más ocupados en administrar lo que hay y menos en crear lo que no hay. Parece que nunca entenderemos la diferencia entre política y gestión, donde la segunda se apodera de la primera.


Aragón no puede seguir callado a la espera de que se solucionen los problemas de los demás, mientras los nuestros duermen el sueño de los justos durante unas cuantas docenas de años más, por muchas promesas que nos hagan de buena fe.