Por
  • Chaime Marcuello Servós

Aragonesismo

En español, si a una palabra cualquiera le añadimos el sufijo ‘ismo’ construimos un sustantivo. Y el diccionario de la RAE incluye cuatro distinciones. Comienza, primero, diciendo que "forma sustantivos que suelen significar ‘doctrina’, ‘sistema’, ‘escuela’ o ‘movimiento’ (socialismo, platonismo, impresionismo)". Sigue, en segundo lugar, con los que "significan ‘actitud’, ‘tendencia’ o ‘cualidad’. Egoísmo, individualismo, puritanismo". En tercer lugar, con los que "designan actividades deportivas: Atletismo, alpinismo". Y termina, cuarto, con "sustantivos que designan términos científicos: Tropismo, astigmatismo".


Así las cosas, con cuatro letras más, nos podemos inventar palabras a partir de otras existentes. Elijamos una cualquiera: ‘martillo’. Le añadimos el sufijo indicado y tenemos un nuevo sustantivo: ‘martillismo’. Que no sabremos si es un asunto científico, deportivo, actitudinal o una doctrina política. Habrá que esperar al uso que hacen sus creadores y el resto de los hablantes.


A priori, teniendo en cuenta el diccionario, podría ser una patología en ese huesecillo del oído medio, compañero necesario del yunque para una buena audición. También podría ser una variante deportiva del lanzamiento del artilugio. O encajaría como actitud propia de esas personas que martillean sin piedad con sus filias y fobias. E incluso llegar a ser una doctrina política consistente en machacar las ideas propias hasta clavar intereses particulares donde proceda. En cualquier caso, si tiene éxito, pasará al hablar cotidiano y, con el tiempo, al léxico oficial y a la ortodoxia de la lengua.


Paul Ricoeur decía que las ideologías son el reino de los ‘ismos’, lo cual conecta con la primera de las acepciones. Así enfatizaba la dimensión filosófica, política, doctrinal. Y esta posiblemente sea más adecuada si, por ejemplo, delante del sufijo ponemos el gentilicio de nuestro país, de Aragón. Coges un aragonés o lo aragonés, pegas el ismo y ¿qué obtenemos? ¿Una actitud, una tendencia, una cualidad, una doctrina, un movimiento…? ¿Qué? Cada quien verá, hay mucho escrito al respecto.


Hasta para hacer bromas, como con el verbo ‘coger’. Porque puestos a ‘coger’, abundando en la rivalidad vecinal, sería mejor ‘coger’ un catalán o uno de Madrid. Curiosamente el ‘madridismo’ se ha convertido en una religión, donde las emociones y vínculos del escudo deportivo, del club, pesan más que el topónimo de la villa y corte. Una religión secular que tiene sus fanáticos que visten igual, cantan himnos rituales y tienen su cohorte de ídolos y diosecillos. Mientras que el ‘catalanismo’, tras la deriva de los últimos decenios, ha alcanzado el nivel de patología, de epidemia… y en según que comarcas es una verdadera pandemia, con sus patógenos y vectores transmisores.


El madridismo en algunos es un ‘fanatismo’ y el catalanismo, en su mayoría, se ha enquistado como forma de ‘nacionalismo’ independentista. Dos sustantivos, fanatismo y nacionalismo, construidos con la misma magia léxica. Cuando se exacerban, ambos se convierten en un problema y en una enfermedad social. En los tiempos que corren, mirando más allá de nuestras fronteras, la tendencia a construir muros, a producir diferencias excluyentes, a negar otras perspectivas pone los pelos de punta. Quizá en estas condiciones de contorno, cualquier versión romántica de políticas identitarias, en tanto que diferencia asertiva, esté siendo interpretada como virus excluyente.


¡Quién sabe! Yendo a lo práctico, el aragonesismo político que hemos conocido en Aragón en estos años de democracia está en fase de extinción. El PAR va camino de desaparecer como actor relevante, si no lo ha hecho ya al coaligarse con el PP. Y CHA está cooptada en su coalición de gobierno con el PSOE. Los partidos recién llegados tampoco sirven de referencia. Los súbditos del ciudadano Rivera vienen con una doctrina antiaragonesismo y, viendo las jotas que canta Pablo Echenique, mejor que no levante la bandera de Aragón. Mientras el escenario político siga en ebullición y la distribución del poder político sea la que es, nuestro país va camino de nada. Los próximos meses van a ser cruciales para el aragonesismo político. ¿Están los tiempos para reivindicar más Aragón? Quizá sí, faltan ideas, propuestas y líderes que pongan voz.