"Si tu país no te da lo que necesitas, hay que buscar fuera"

Unos llegan, otros se van y otros se fueron. Las historias son miles pero en el Día Internacional del Migrante todas las voces suman una.

Kenan, el hijo de Nebal, fue el primer bebé hijo de refugiados sirios nacido en Zaragoza.
Kenan, el hijo de Nebal, fue el primer bebé hijo de refugiados sirios nacido en Zaragoza.

La Organización de las Naciones Unidas define las migraciones como la "expresión valiente de la determinación individual de superar la adversidad y buscar una vida mejor". Las guerras, las persecuciones y la falta de oportunidades provocan millones de desplazamientos forzosos cada año. El conflicto armado en Siria y la consecuente llegada masiva de personas a las puertas europeas ha situado el tema de las migraciones y los refugiados en el centro del debate político, económico y social de la comunidad internacional. Y ha provocado, además, una polarización de posturas que ya ha quedado latente en los procesos electorales de varios países occidentales.


Este domingo 18 de diciembre se celebra en todo el mundo el Día Internacional del Migrante. La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó este día hace ya 16 años como respuesta al aumento de los flujos migratorios en el mundo y con el propósito de difundir información sobre los derechos humanos y libertades de las personas migrantes.

Los que llegan

En los últimos cinco años, Aragón ha recibido a más de 34.700 inmigrantes procedentes de los cinco continentes y solo el año pasado llegaron a la Comunidad 6.976 personas en busca de una vida mejor. De estos últimos, 1.537 eran menores de edad y gran parte de ellos llegaron solos.


Además, desde noviembre de 2015 hasta hoy, Aragón ha reconocido la condición de refugiados a 272 inmigrantes. Personas que tuvieron que abandonar su país no solo por causas económicas, sino como consecuencia de una guerra o de sus ideales políticos o religiosos. Más del 30% llegaron desde Siria tras meses -y años- vagando por mares, desiertos y campos de refugiados. Como Nebal, una mujer siria de 34 años. Ella cruzó el Mediterráneo a bordo de una barca para reunirse con su marido y su hijo e instalarse después en Zaragoza gracias al Programa de acogida e integración dirigido a solicitantes y beneficiarios de protección internacional.

 


Los que se van

En la cara opuesta de las migraciones tenemos a los emigrantes, a los casi 49.700 residentes de la Comunidad que han abandonado Aragón en los últimos cinco años para empezar una nueva vida en otro país. Casi el 80% eran extranjeros que no encontraron en España el país de oportunidades que prometía ser. El otro 20% estaba compuesto por españoles. Naturales de la Comunidad que emigraron en busca de ofertas de empleo y oportunidades laborales y que han pasado a engrosar el nutrido grupo de aragoneses que viven en el exterior. Un grupo que desde enero de 2009, año en el que afloró con fuerza la crisis, y hasta enero de este año, ha incrementado sus filas casi un 58,5% y roza ya los 39.800 miembros.


Aragoneses como Paloma González-Novo, una zaragozana y arquitecta técnica de 27 años que abandonó su país hace ya más de tres para labrarse un futuro en Panamá. "Tres años y dos meses", concreta ella tras reconocer que partió pensando que podría regresar antes de cumplir fuera los dos años. "Me vine por falta de trabajo, después de mandar cien currículums y que solo me contestaran de los que eran para entregar carteles por la calle", explica. El país que eligió como destino le ha dado muchas cosas que ni Aragón ni España le brindaban. Para empezar, un buen trabajo que le ha permitido crecer como profesional en vez de quedarse esperando a que las cosas mejoraran: "Ya soy directora del departamento de obras de una empresa constructora y me ha permitido la independencia completa y la posibilidad de vivir con mi pareja en un piso para los dos", expone consciente de que en España, a su edad, hay muchas personas que todavía no tienen la posibilidad de emanciparse.




Pero en vísperas del Día del Migrante Paloma reconoce que sigue sintiendo el desarraigo: "Echo mucho de menos a mi familia y amigos. Panamá está muy lejos, los vuelos son muy caros y te quedas sin disfrutar de muchas cosas: nacimientos, bodas, reuniones familiares, logros de amigas e incluso Navidades. Es duro -reconoce-, pero al final, si tu país no te da lo que necesitas, hay que buscar tu propio confort fuera".

Los que se fueron

Pascual Gerique también abandonó su tierra hace 65 años y aúna en una sola figura las dos facetas expuestas hasta ahora de la migración. Como Paloma, es un emigrante aragonés. Nació en la provincia de Teruel, en Híjar, pero vive en Francia desde los trece años. Sin embargo, al igual que Nebal, la mujer siria, él no marchó por motivos laborales. Como ella, lo hizo para reunirse con el resto de su familia. Con su padre y dos hermanos que habían huido a Francia en 1938 tras ser perseguidos por sus ideas durante una cruenta Guerra Civil española.


Su padre y sus dos hermanos mayores dejaron atrás Híjar en plena guerra, cuando él todavía se gestaba en el vientre de su madre. Nació veinte días después de su partida y no pudo ver los ojos de su padre hasta los trece años. El avanzado estado del embarazo impidió a su madre acompañarles. Eso, y la corta edad de los otros cinco hijos que compartían, todavía demasiado pequeños para afrontar una extenuante huida a pie con el ganado que implicó atravesar Cataluña, pasar días escondidos de la aviación en La Junquera y terminar en un campo de concentración francés en Argelès-sur-Mer.


Los que se quedaron en Híjar no supieron nada de ellos hasta que no acabó la guerra y su padre encontró un trabajo labrando campos cerca de París. Cuando consiguió una casa, le permitieron reagrupar a su familia y Pascual abandonó Aragón para siempre. No volvió hasta los 27 años y solo lo hizo para pasar unos días en su pueblo. Su padre se negó a volver a poner un pie en España. Aunque tampoco quiso obtener la nacionalidad francesa. Una contradicción comprensible solo en quienes se han sentido maltratados por su propia tierra.


Este año, al ver las noticias y conocer las miles de historias de refugiados sirios, Pascual no puede evitar pensar en su padre y en lo que se asemejan sus historias. Este domingo se celebra su día. El de Pascual y el de Nebal. Pero también el de Paloma y el de todos los migrantes que dejan su casa atrás en busca de una oportunidad.

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