El campo aragonés, en busca de ser menos contaminante

La actividades agrarias y ganaderas producen un 22% de los Gases de Efecto Invernadero en Aragón, más que el tráfico y el doble en proporción que en España.

Trabajos de siembra en un campo aragonés.
Trabajos de siembra en un campo aragonés.

Es un asunto global en el que los agricultores y ganaderos se juegan, si cabe, más que todo el mundo. El cambio climático lleva ya años dejando muestra en distintos territorios de la mayor presencia de sequías o de cambios en los cultivos. Y los agricultores, que ven en compromiso su trabajo, lo saben.


El campo aragonés lleva unos años peleando por reducir su contaminación y ser más sostenible. Un asunto que a veces queda soterrado ante la imagen de que son los atascos, las grandes fábricas o las centrales las que más gases de efecto invernadero producen, pero que en algunos territorios como Aragón no es del todo así.


El sector agrario y todas las actividades que conlleva (desde los piensos, el uso de fertilizantes y hasta las flatulencias de los animales) produce en Aragón un 22% de todos los GEI que emite la Comunidad en los últimos años. Solo por debajo de la generación de energía (que emite el 68%) y más que el tráfico, aunque eso sí, el campo es el único de estos sectores que actúa como sumidero de carbono gracias a sus cultivos. Es decir, produce una parte importante de la contaminación, pero también la neutraliza.


Su porcentaje en la Comunidad sobre las emisiones es el doble que a nivel nacional (donde emiten en torno a un 11%) debido al gran peso que sigue teniendo el campo en la Comunidad. “Aragón produce alimentos para casi 13 millones de personas al año, al igual que genera energía que va a parar a otros lugares de España, lo que acaba elevando proporcionalmente su contaminación con respecto a otros sectores”, señala Matilde Cabrera, jefa de Servicio de Cambio Climático y Educación Ambienta de la DGA, que estos días está relanzando por distintas comarcas el programa Agroclima, una serie de charlas y jornadas que tienen como fin último acercar métodos para ser menos contaminante a los agricultores.


El reto no es sencillo. Producir un solo kilo de carne provoca una cantidad de 4,5 kilogramos de CO2 equivalente, según los datos de la OMS, pero tanto los sindicatos agrarios como varias empresas están comenzando a tratar de reducir estos índices. Y cuentan que además sale rentable.


“Llevamos un tiempo trabajando con piensos y fertilizantes especiales y añadiendo medidas de eficiencia energética, y podemos decir que ahora somos más competitivos”, señala Tomás Fillola, Director General de la Cooperativa Ganadera de Caspe, una de las más grandes de Aragón dedicadas al porcino, que espera que su producción, que mira también por cuidar el medio ambiente, se abra cada vez más paso en nuevos mercados gracias a estas acciones.


Los problemas con el uso de fertilizantes

Además de una reducción de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero, el otro gran asunto que tiene encima de la mesa el sector es cómo gestionar el exceso de nitrógeno que tiene el campo aragonés. El uso de fertilizantes artificiales y la mala gestión de los purines ha hecho que poco a poco algunas zonas -como el Matarraña- hayan tenido continuos problemas con el agua de boca por el exceso de nitratos.


En esta línea, y tras el cierre de varias plantas de cogeneración en 2014, el ayuntamiento de Peñarroya de Tastavins consiguió que la empresa Saionaimer se hiciera cargo de una planta de gestión de residuos ganaderos para convertirlos en fertilizantes orgánicos.


“En mi opinión debemos hacer todos más por usar abonos orgánicos, como el mismo purín o los fertilizantes creador a partir de él. Nos ahorraríamos la compra de productos inorgánicos y además está demostrado que son menos contaminantes”, explica José Luis Lavilla, presidente de la Asociación Pecuaria de Huesca.

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