Aragoneses 'sisí': estudian y trabajan

El número de ‘ninis’ desciende tres puntos porcentuales en Aragón con respecto al pasado año.

Aragoneses 'sí-sí': estudian y trabajan. Marta Bernad, estudiando en su casa.
Aragoneses 'sí-sí': estudian y trabajan. Marta Bernad, estudiando en su casa.

Son jóvenes de entre 15 y 29 años, estudian y trabajan y demuestran que la generación ‘nini’ ya no está de moda en Aragón. El objetivo es común, ganar dinero. Sin embargo, los motivos que llevan a cada uno de estos jóvenes a compatibilizar un empleo con los estudios son de lo más dispares. Según los últimos datos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, el número de aragoneses que ni estudia ni trabaja se situó en un 16,6% el pasado año, frente a los 19,5 en 2014. Este dato sitúa el número de ‘ninis’ en cifras de hace 5 años.


Pero, ¿qué es la generación ‘nini’ y dónde surge? Según Carlos Gómez, profesor titular de Sociología de la Universidad de Zaragoza, este fenómeno “responde a la situación en la que se encuentran muchos jóvenes, a nivel mundial, que han terminado o abandonado sus estudios y que están fuera del mercado laboral por diversas razones”. Se trata de una denominación que nace en Reino Unido a principios de siglo.


Según el sociólogo, “se trata de jóvenes que han culminado con éxito sus estudios pero que no encuentran un puesto de trabajo por la carencia de empleo, o porque las competencias y conocimientos específicos que han adquirido durante su formación, escasean o apenas son demandados en el mercado laboral”. En el otro lado de la balanza se encuentran aquellos jóvenes que “han abandonado anticipadamente el sistema educativo, sin haber conseguido adquirir los conocimientos y competencias propias de la etapa”.


Sin embargo, parece que se trata de “una tendencia que comienza a cambiar en algunas zonas de España, en las que la recuperación económica comienza a producirse”. “La generación de empleo, aunque éste sea para muchos jóvenes en condiciones muy precarias, genera un atisbo de esperanza, y sus expectativas adaptadas a la nueva realidad, pueden empezar a cumplirse”, asevera Gómez.


En este contexto, muchos jóvenes aragoneses acaban dedicándose a profesiones que nada tienen que ver con sus estudios, como le ocurre a Luis Quintana. A sus 22 años cursa tercero de Grado en Economía –“aunque debería estar en cuarto”-, actividad que compagina con sus 40 horas de trabajo semanal en un restaurante. “Empecé a trabajar con 17 años en campañas de Navidad o momentos puntuales. Fue hace tres cuando empecé a trabajar de manera más continuada, también en hostelería, con horario partido y cuando me llamaban, es decir, que no sabía cuánto iba a ganar a final de mes”, recuerda.


Hace dos meses comenzó a trabajar en el restaurante en el que se encuentra actualmente. “Mi sueldo es para mis gastos, y para aportar algo en casa. No puedo ahorrar nada”, afirma. Y aunque a día de hoy reconoce la parte positiva de la experiencia laboral, asegura que no trabaja por placer: “Me imaginaba que la vida universitaria se basaría en estudiar, y que al terminar la carrera me dedicaría a la economía. A veces siento que no estoy aprovechando la Universidad como los demás pero no tengo otra opción”.


Marina Hernández, de 22 años, estudia dos carreras: Lenguas Modernas y Filología Inglesa en la Universidad de Zaragoza. Actualmente compatibiliza ambos grados con su actividad en A.C. Meraki. “Nos dedicamos al sector del tiempo libre, y damos clases de idiomas, baile, cocina extranjera en idiomas, español para extranjeros… un poco de todo”, afirma la joven.


“Tenía que pagar la Universidad y todo lo que gano es con mi trabajo”, asevera. En su opinión, la llegada del Plan Bolonia ha dificultado la integración laboral de los estudiantes ya que requiere de muchos trabajos grupales y presenciales en la Universidad, aunque “siempre hay profesores comprensivos que te intentan ayudar”.Cuando estudiar da la diferencia


Elsa Ariño, estudiante de 21 años de cuarto de Lenguas Modernas en la Universidad de Zaragoza, trabaja fines de semana y festivos en una tienda de frutos secos. “Hago unas 15 horas semanales, aunque varía según el calendario de fiestas”, explica. Habla inglés, francés y alemán, y recibe clases de japonés dos días a la semana. ¿Su objetivo? Irse a vivir a Japón el año que viene: “Quiero ser traductora de japonés, por eso querría irme un año a vivir allí, buscar un trabajo de profesora de español y perfeccionar el idioma”. Hasta la fecha, y aunque confía en que le den una beca, asegura que la única opción que tiene es “ahorrar todo lo que pueda”.


A sus 24 años, Marta Bernad ha conseguido trabajar en algo relacionado con sus estudios. Actualmente es maestra interina de francés en un colegio zaragozano, al tiempo que estudia el Máster de Políticas Educativas en la UNED. “Me planteo tener una plaza de maestra en un futuro, por eso necesito experiencia y méritos académicos, y en estos casos estudiar da la diferencia”, explica. Reconoce que no era algo que se plantease durante su época de estudiante, cuando ganaba un dinero extra gracias a las clases particulares. “No era consciente de las dificultades. Tenemos muy poco tiempo y el nivel de estrés es bastante elevado y creo que esto es un riesgo para nuestra salud”, afirma.

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