Los animales también comen helados

En parques como Lacuniacha o Sendaviva ofrecen a los animales alguna de sus comidas congeladas o en bloques de hielo para refrescarlos y estumularlos.

Un mono capuchino se acerca a unas frutas congeladas en el parque de Sendaviva.
Un mono capuchino se acerca a unas frutas congeladas en el parque de Sendaviva.
Sendaviva

Treinta grados a la sombra y un sol de justicia. Esta es una situación frecuente a la que hay que enfrentarse en los meses de verano, y en la que una bebida refrescante o un helado puede convertirse en el mejor aliado contra esos grados de más en el termómetro. Conscientes de esta situación, los expertos de los parques de animales tratan de ofrecer a sus peludos habitantes las condiciones óptimas para pasar la temporada estival a la fresca, cambiando algunas de sus rutinas.


Una de las variaciones más frecuentes se produce en la alimentación. En parques como Lacuniacha, en Piedrafita de Jaca (Huesca), o Sendaviva, en Arguedas (Navarra), ofrecen a los animales alguna de sus comidas congeladas o en bloques de hielo, como si fueran un helado, una solución que les ayuda a combatir el calor, pero que también les permite descubrir cosas nuevas. “En verano, les damos alimentos que forman parte de su dieta en forma de helado para proporcionarles estímulos. Los reconocen como comida, pero están fríos, gotean, resbalan... Y eso es nuevo para ellos”, explica Lucía Hernández, directora del departamento de Medio Ambiente del Parque de Aventura y Diversión Sendaviva.


De este modo, las comidas se convierten no solo en un aporte nutricional, sino también en una experiencia sensorial para los animales, que miran, tocan y saborean sus helados. Así, por ejemplo, las nutrias de Sendaviva reciben truchas en bloques de hielo o pequeños trozos de pescado congelado, mientras que los primates comen fruta e insectos helados. “Les escondemos las piezas en distintas partes para que investiguen. A los monos capuchinos les encanta, se lo pasan pipa”, asegura Lucía Hernández.


“A veces, les colgamos la comida congelada o se la repartimos por la pradera para que tengan que buscarla. Es una forma de enriquecer su rutina diaria y de fomentar el movimiento. Los osos, por ejemplo, y a diferencia de lo que pueda parecer, se mueven mucho, y esta es una manera de que desarrollen hábitos completamente naturales”, aclara Antonio Oto, responsable de cuidadores en el Parque Faunístico Lacuniacha. En este centro aragonés, en los meses estivales, alimentan a los animales carnívoros con piezas de carne que no han sido descongeladas del todo y preparan frutas heladas para los jabalíes o los zorros, a quienes les encantan las cerezas silvestres bien frías. “Estas comidas les refrescan bastante”, reconoce Oto.


El entorno pirenaico del que disfrutan los animales de Lacuniacha les aporta también elementos naturales a su alimentación. Muchos de ellos pueden prescindir en verano del pienso gracias a las grandes cantidades de hierba que crecen en la pradera. Eso sí, para evitar que pasten siempre por la misma zona o que sufran de un exceso de agua, los cuidadores colocan pacas de paja por la zona, logrando así que se desplacen y que compensen la acuosidad de la hierba con un alimento más seco. También disponen de bloques artificiales de sal mineral para equilibrar sus niveles de sal y los aportes minerales que en otras estaciones les proporciona el pienso.

Enriquecimiento ambiental

Todas estas técnicas forman parte del programa de enriquecimiento ambiental de cada parque, un conjunto de métodos destinado a estimular a los animales para que mantengan el comportamiento que tendrían en el medio natural, evitando actuaciones anómalas y fomentando su desarrollo físico y emocional.


Ese enriquecimiento puede ser alimenticio, con comida de diferentes formas y texturas -como los helados-; sensorial, que estimula sus sentidos con distintos olores o sonidos; físico, con modificaciones en los elementos de la instalación; y social, que favorece la interacción entre animales de la misma o de diferente especie.


Estas técnicas se desarrollan a lo largo de todo el año y buscan siempre provocar nuevos estímulos en los animales. Para ello, cuentan también con juguetes y objetos con los que poder interactuar. “Los felinos son muy curiosos, les encanta destrozar cosas. A los tigres les dimos una vez sandías, pero el objetivo no era que se las comieran, sino que las rodaran y se entretuvieran, que jugaran con ellas”, recuerda Lucía Hernández. “Los linces de Lacuniacha tienen un tronco de lado a lado del barranco para hacer equilibrios y cruzar. A estos animales les encantan las alturas y se divierten mucho pasando por allí”, destaca Antonio Oto.


Todas estas actividades son fruto de la innovación que realizan estos parques con el objetivo de ofrecer a los animales un entorno con las mejores condiciones para su desarrollo.

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