​¿Podremos considerar al siluro algún día una especie aragonesa?

La entrada en vigor de la sentencia que amplía el catálogo de especies invasoras y obliga a los pescadores a sacrificar capturas tras su pesca ha reabierto el debate.

Un gran siluro, posado sobre una roca en plena noche en el fondo del embalse de Mequinenza.
Un gran siluro, posado sobre una roca en plena noche en el fondo del embalse de Mequinenza.
raúl lópez ayala

El debate sobre las especies invasoras ha vuelto a la palestra recientemente por la sentencia del Tribunal Supremo que amplia el catálogo de especies invasoras y obliga a los pescadores y cazadores a sacrificar sin excepciones cualquier especie exótica que capturen. Hasta ahora, fruto de las peticiones de Aragón y de otras comunidades autónomas, la regulación en esta materia recogía algunos 'indultos' totales o parciales a peces como la carpa, la trucha arcoíris o el siluro; especies que cuentan con un aprovechamiento pesquero importante y que generan un movimiento económico vital en municipios como Caspe o el entorno del embalse de Mequinenza.


Ahora, con la sentencia publicada desde el pasado viernes, los pescadores que realicen alguna de estas capturas deberán dar muerte al animal. Una situación que ha sido ampliamente criticada por todo el colectivo, al considerar que esto va en contra de la propia idiosincrasia de la pesca deportiva y que, con la obligación del sacrificio, se perderán buena parte de las competiciones que se celebran en la Comunidad.


A ello se suma además un argumento que la Plataforma en Defensa de la Pesca Deportiva -organización que convocó una multitudinaria manifestación a principios de junio en Madrid- también ha hecho suyo: “No tiene sentido que se considere una especie invasora a casos como la carpa”, pez que lleva desde época romana yendo y viniendo de nuestros ríos, o prohibir la pesca de especies como el cangrejo rojo americano, que especialmente en Andalucía ha generado un negocio que mueve millones de euros cada año.


Ahora bien, ¿qué hacer cuando un animal ha colonizado completamente un ecosistema y además genera réditos económicos? “Son situaciones muy difíciles y con muchos matices, habría que hablar caso a caso”, explica Chabier González, experto en fauna silvestre del Centro de Recuperación de La Alfranca. “Una especie exótica en principio es aquella que está fuera de su área de distribución natural”, explica, aunque siempre con matices. “Hoy se está hablando por ejemplo del castor, que ha reaparecido en el Ebro después de desaparecer en el siglo XVII por la acción del hombre. ¿Podemos considerarlo una especie invasora? Pues hay gente que piensa que sí y otros que pensamos que no”, señala.


En su opinión, y la de los otros expertos preguntados por Heraldo.es, no hay duda: una especie invasora siempre será considerara así, otra cosa es que pueda naturalizarse y que incluso se inserte en el ecosistema sin crear daños. “Hay muchas aristas. En todo caso, especies que ya están asentadas muchas veces son imposibles de controlar o requerirían un esfuerzo económico inconmensurable. Lo que es importante es que la normativa se cumpla para que no sigan entrando nuevas”, explica el profesor de patología animal de la UZ Daniel Fernández de Luco, que recuerda casos como las cotorras argentinas, o la letal aparición del visón europeo, que está devorando a su pariente autóctono hasta prácticamente el exterminio.


En algunos casos como el cangrejo rojo americano, que en las últimas décadas ha acabado con su homólogo autóctono en España, las cosas van incluso más allá. “Si hoy consiguiéramos eliminar al cangrejo americano, que no podemos, crearíamos un problema medio ambiental mucho más grande porque forma parte ya de la dieta de multitud de aves”, señala González.El caso del siluro


El caso de la carpa, que los pescadores defienden que lleva varios siglos ya en nuestro ríos, o el siluro, que genera un valor económico importante, añade un prisma más a esta complicada ecuación.


En Aragón, la pesca sin sacrificio del siluro está amparada en el Plan General de Pesca durante varios tramos del Ebro, promoviendo así la creación de una industria y un turismo en torno a Mequinenza que el año pasado tomó aún más cuerpo con la creación de un coto de pesca regulado.


La imagen de este enorme pez ha llegado a atraer la filmación de documentales, e incluso se vende en Caspe merchandising sobre la especie, que fue introducida en 1974 en el embalse por pescadores alemanes. Es, en cierto modo, el Santo Grial de la pesca en la zona, aunque muchos pescadores se hayan interesado en los últimos años por otras especies.


Su efecto dañino sobre el medio ambiente, sin embargo, está fuera de toda duda. “Hoy es imparable. No podríamos exterminarlo a no ser que se invirtieran ingentes cantidades de dinero. Y teniendo en cuenta que en torno a él se ha generado cierto negocio, cualquier intervención sería aún más complicada. Pero está claro que el siluro es uno de los problemas de biodiversidad más grandes que tenemos porque acaba con todo lo que hay más pequeño que él en el río. Y él es el más grande”, señala González.


“Con lo voraz que es y los condicionantes añadidos que tiene, si conseguimos mantener su población aislada en Mequinenza y reducirla algo, ya podemos decir que es un paso importante”, explica Manuel Alcántara, jefe del Servicio de Biodiversidad de la DGA, el área encargada de conjugar muchas veces estas difíciles situaciones junto con otros servicios del Gobierno aragonés. Este año, por ejemplo, se ha planeado que el plan de caza de Aragón recoja la posibilidad de que se puedan matar a los híbridos de jabalíes y cerdos vietnamitas; los cerdolís, uno de los últimos retos que la imprudencia de la tenencia de mascotas exóticas ha dado a los encargados de gestionar el medio ambiente.


En su opinión, coincidente con la de los otros expertos, lo importante es gestionar la presencia de las especies invasoras ya insertadas en el ecosistema para que no vayan a más dada la imposibilidad de erradicarlas, y centrar los esfuerzos en una lucha eficaz contra las nuevas amenazas.


Según explica, desde la DGA se está esperando a ver cómo el Gobierno Central articula de nuevo el Decreto de Especies Invasoras tras la publicación de la sentencia del Supremo. “Ahora mismo estamos un poco expectantes todas las autonomías. Lo que deja claro la sentencia es que no puede haber medias tintas. Si una especie es invasora no caben excepciones. Y eso nos obliga a pensar nuevas fórmulas junto con los colectivos cazadores y pesqueros, que sin duda también ayudan en el control y gestión de algunas especies”, dice, señalando además que toda esta situación debe tocar tierra: “La sentencia obliga ahora a matar los siluros que se pesquen, pero claro, no es fácil matar a un pez de 120 kilos, y mucho menos transportarlo a cualquier lado. Hay que ver cómo se aborda todo esto”.

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