De la protesta a la fiesta

Durante muchos años, la reivindicación fue protagonista del 23 de abril. Sin embargo, hace tiempo que las manifestaciones dejaron paso a la cultura.

Desde que la democracia se instauró de nuevo en España, y durante más de 20 años, el 23 de abril en Aragón significaba salir a la calle, manifestarse. Aprovechando el día de la Comunidad, miles de personas reivindicaron en multitudinarias marchas las necesidades de esta tierra. La primera llegó en el año 1978. “La más impresionante manifestación aragonesista de la historia contemporánea”, decía la edición de HERALDO DE ARAGÓN del 25 de abril de 1978 (el 24 fue lunes y no hubo periódico).


A toda página, se informó de que más de 100.000 personas participaron en la marcha que discurrió entre la plaza de San Francisco y la de España. “Hombres del campo, obreros industriales, estudiantes, empresarios; gente de todas las edades estuvo en la calle gritando las consignas que ahora y siempre han recogido el deseo de Aragón y de los aragoneses de romper con un pasado de abandono y expoliación para construir un futuro mejor”, decía la crónica.


Los años pasaban pero el Día de Aragón no se despojaba de la reivindicación, aunque el objeto de las demandas no se mantuvo siempre invariable. En las calles se reclamaron los derechos históricos del territorio y la autonomía plena, se pidió la aprobación del Estatuto y se gritó contra el Plan Hidrológico Nacional y el trasvase del Ebro. El 23 de abril siempre se alzó la voz como ningún otro día del calendario.


Con los años, y la atención de Madrid en algunas de las cuestiones, las demandas se aparcaron un poco dejando lugar a la fiesta. La bonanza económica que se vivió en los primeros años del siglo XXI hizo que durante varias ediciones, por San Jorge, llegaran hasta Aragón grandes montajes culturales, excepcionales espectáculos que muchos aún hoy siguen recordando. El gobierno autonómico no escatimaba en gastos.


En el año 2005, más de 300 voluntarios y actores de Els Comediants trajeron hasta el paseo de la Independencia de Zaragoza unas justas muy particulares, lo que se llamó el 'Primer torneo quijotesco de la era digital'. Miles de personas presenciaron el recorrido de caballeros gigantes, demonios y lunas voladoras.


Dos años después, en el mismo escenario, le llegaría el turno a la Fura dels Baus. La afamada compañía de teatro revisó a su manera la leyenda de San Jorge y el dragón. Por el principal paseo de la capital aragonesa desfilaron insectos gigantes y se pudo ver a varios actores en el interior de una gran rueda que descendió de las alturas para terminar girando por el asfalto. Apostadas a ambos lados del paseo de la Independencia, miles de personas rompían en plausos cada pocos minutos ante las imposibles acrobacias de la Fura.




Los tiempos, y sobre todo la economía, cambiaron y pronto los grandes espectáculos desaparecieron de la programación. No así la cultura, que el día que arribó lo hizo para quedarse. La apuesta cultural se ha mantenido, aunque con presupuestos más discretos. Conciertos, representaciones teatrales, recreaciones y libros, muchos libros, son hoy las notas características del 23 de abril en la Comunidad.


Como un día lo fue la reivindicación, la fiesta forma ya parte inseparable de la celebración del día de Aragón.

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