​Aragón, una tierra de dragones

Los mitos acerca de estas criaturas y las leyendas en torno a san Jorge y el dragón están muy presentes en la historia y el patrimonio de la Comunidad.

'Dragón emergente', de Carlos Ochoa.
'Dragón emergente', de Carlos Ochoa.
Oliver Duch

En un tiempo no muy lejano, habitaron en Aragón serpientes voladoras que aterraban a la población. Era animales fabulosos con cuerpo de reptil que escupían fuego... y hasta hipnotizaban…. Reza la leyenda. Siglos después, los mitos acerca de estas criaturas y las leyendas en torno a san Jorge y el dragón continúan muy presentes en la historia y el patrimonio de nuestra Comunidad.


Dragones hubo, y todavía los hay. Están presentes en numerosas leyendas aragonesas, en el patrimonio artístico de la comunidad e incluso en su historia. Y, cómo no, san Jorge. Su figura forma parte de Aragón desde el siglo XIV, desde la inclusión de la cruz de san Jorge en el escudo del reino de Aragón”.


Jorge fue un soldado cristiano mártir del siglo IV de quien apenas se sabe sino eso y que vivió bajo Diocleciano, quien ordenó la persecución de los cristianos por todo el imperio. Jorge fue ejecutado y la leyenda lo convirtió en un personaje sobrehumano. En el siglo IX aparece en la popular leyenda de ‘San Jorge y el dragón’, en la que el santo, a caballo, vence a un dragón que aterroriza a las gentes, dando origen en Bizancio a un sinfín de historias guerreras que los cruzados de Occidente importarán a sus tierras.


En el siglo XIV, la caballería del rey Pedro IV combatirá bajo el patrocinio de este santo guerrero. Además de las armas de Aragón, el señal real con las cuatro barras, que identifican al soberano de Aragón, llevará la cruz de san Jorge, una cruz “bermella sobre fondo de argén”. A partir de ese momento, san Jorge es el patrón de la caballería regia y aristocrática. El rey manda construir una capilla de san Jorge en su palacio de la Aljafería, aunque la devoción no parece tener un gran reflejo popular.


A medida que pasa el tiempo, el reino irá asumiendo como cosa propia el señal del rey, que son las barras, que va dejando de ser un distintivo solo personal de la dinastía para convertirse además en un símbolo territorial. Y lo mismo pasa con san Jorge. En 1461, las Cortes de Aragón, reunidas con el rey en Calatayud, declaran el día de san Jorge fiesta “perpetua, guardada, observada y celebrada solemnemente”, bajo pena de sanción.Dragón y ‘D’Aragón’


Aunque el significado de la palabra Aragón es oscuro, el nombre procede del río Aragón y su afluente, el Aragón-Subordán. El vecino río Arga, que nace en Navarra, en el siglo IX se llamaba también ‘Aragus’. En el año 828 consta ya la denominación de Aragón para un territorio al mando de un jefe, un conde, que gobierna un territorio surcado por el río homónimo: ya no tiene, pues, significado meramente geográfico, sino político, porque designa una jurisdicción con fronteras.


El rey de Aragón tiene como símbolo los cuatro palos gules –las cuatro barras rojas- que no aluden fonéticamente a Aragón, al revés que sucede con el castillo (Castilla) o con el león (León). Sin embargo, Pedro IV, en el siglo XIV, encuentra una solución. El tocado de guerra del rey se formará con el yelmo, la corona que lo rodea, un mantelete de tela azul con cruz blanca y un dragón por remate o cimera. La homofonía Dragón = D’Aragón es obvia. Al rey de Aragón se le representará así en adelante en las guías heráldicas –armoriales- europeas, con el señal real y el dragón. Una cimera con dragón del rey Martín I el Humano, del siglo XV, se conserva en la armería del Palacio Real de Madrid.


En la puerta principal de la sede central del Gobierno de Aragón, se exhiben las piedras armeras, copia de las que se conservan el Museo de Zaragoza tras la destrucción del palacio del Reino (que estaba situado en la plaza de la Seo, 6) por las tropas napoleónicas. Son dos grandes piedras con los escudos de Aragón. En el centro de una de ellas está la cimera.


Este dragón del rey era un animal poderoso y benéfico, como sucede aún en ciertos países asiáticos. En este caso, se considera al dragón como protector, al revés que en la leyenda de san Jorge. Por tanto, en Aragón, conviven dos interpretaciones opuestas y complementarias.‘Aquí hay dragones’… y Jorges


‘Hic Sunt Dracones’ era una expresión latina utilizada para referirse a territorios ignotos y peligrosos, representada en los mapas medievales con serpientes marinas y otras criaturas mitológicas. En el mapa artístico de Aragón, estas criaturas siguen presentes en muchos edificios, esculturas, fuentes y otros monumentos repartidos por toda la Comunidad. Su pueden encontrar dragones en la techumbre de la catedral de Teruel, en la Seo, el Pilar o la iglesia de Santa Isabel, en Zaragoza. En Huesca, escenario de la batalla de Alcoraz, en la que supuestamente apareció san Jorge en 1096, los dragones también sobrevuelan en el artesonado del palacio de los duques de Villahermosa, en la capital, y en los frisos de la iglesia de San Pedro, en Fraga.


En el Museo de Zaragoza, está en el retablo de la cárcel de Manifestados (la prisión especial del Justicia). El santo guerrero, con su caballo blanco aparece nuevamente en la iglesia de Santa Isabel (San Cayetano), que fue propiedad del reino, cuyo escudo adorna la fachada. El retablo mayor remata en una preciosa escultura ecuestre, de José Ramírez de Arrellano. En el palacio real de la Aljafería, se puede ver la cimera de los reyes de Aragón en su techumbre mudéjar, además del lugar donde estuvo la capilla de San Jorge.


En la Seo, una dragona asoma en la pila bautismal y, en la predela del retablo mayor del siglo XV, otro dragón abandona el cuerpo de una mujer al paso de la reliquia de san Valero, además de un relieve en yeso endurecido de finales del XVII, en la embocadura de la capilla de san Vicente.


Allí mismo está la colección de tapices, donde de nuevo se halla a san Jorge en la obra 'Los pecados capitales' (s. XVII) y en una nave de plata que navega sobre un dragón y que se utilizó para servir las especias en los banquetes.


En la séptima planta del Museo Pablo Gargallo se conserva un 'Apunte para san Jorge', obra del autor de Maella. No muy lejos de allí, en la Real Maestranza de Caballería de Zaragoza, se custodia la representación en tela de san Jorge más antigua conservada en Aragón: un repostero de finales del XV, del desaparecido Palacio de la Diputación del Reino.


Al pasar por el edificio Paraninfo, hay que fijarse en la valla de la forja. Está llena de dragones. Y en la vetusta casa de Juan Moneva y Puyol, en la calle de Felipe Sanclemente, destaca el azulejo de San Jorge lanceando un dragón en su fachada.


Entre las esculturas urbanas, surgen algunas de criaturas como el ‘Dragón emergente’, junto a la antigua Estación del Norte, una pieza realizada por el escultor Carlos Ochoa; o el ‘Dragón del Ebro’, de Andrés Álvarez Gracia, en la calle San Juan Bautista de la Salle, en la segunda rotonda más cercana al campin.


El coso de Pignatelli es plaza de toros… y de dragones. Allí reposan unos cuantos en varios de sus faroles, a la entrada de los tendidos.Tierra de leyendas


El escritor, ilustrador y periodista Chema Lera, autor de ‘Breve inventario de seres mitológicos, fantásticos y misteriosos de Aragón’ y ‘Bestiario Ilustrado de Aragón’ entre otras obras matiza que “los dragones nunca se han llamado así en Aragón, salvo en el lenguaje culto. En el popular, en el que han sobrevivido muchas leyendas, a los dragones les llaman serpientes, culebras o ‘sirpiéns’ grandes, como dirían en la lengua que todavía se hablaba por allí. Hablamos de grandes serpientes. Eso también influye en la manera de imaginarse a los dragones. En unos casos se habla de serpientes con pelo y en otros de serpientes voladoras”.


Lera matiza en que “una cosa es la leyenda culta del dragón de San Jorge y otra las leyendas populares que hemos dado en llamar leyendas de dragones, que en realidad son de serpientes gigantescas que atemorizan por esa carga de superstición negativa que acompaña a todas las serpientes y que las ha transformado en leyendas terroríficas de criaturas que atacan y devoran sobre todo los rebaños, que es el sustento de vida de los pastores. Ellos son quienes más serpientes y culebras encuentran por el monte, los más expuestos a ser atacados”.


El escritor incide en que no es tanto la leyenda de san Jorge en la que hay que salvar a la dama, en la versión caballeresca, sino que hay que salvar la vida, el sustento, y acabar con esa gran serpiente que se oculta en la oscuridad. “Tenemos que hacer también un esfuerzo de imaginación y recordar esos lugares en los que se produce el avistamiento de dragones en Aragón en las leyendas populares que ya no son como ahora, –continúa Lera-. Estamos hablando de bosques cerrados, antiguamente llamados selvas, como la de Oza, que todavía conserva esa denominación. Bosques oscuros, llenos de susurros, rumores ruidos identificables, de sombras que pasan, de agujeros y cuevas a los que nadie se atreve a entrar”.


Aunque es posible que queden muchos dragones en la mazmorra, entre los más importantes que pueblan las leyendas aragonesas figuran: el dragón de Ambel, el de Bronchales, del que se dice habitó la cueva de Marijera; el de Uruel, también llamado de Atarés; el de Siresa, el de Valdealgorfa, San Lázaro o Belaín en Barbastro, entre muchos otros.


Entre estas criaturas fantásticas también se cuentan las ‘sirpientes’ gigantes de la Raja de Os Moros, en Escartín, de las que algunos pensaban que eran reencarnaciones de espíritus; la gran ‘sirpién’ de Roca Menal, en Denuy, cubierta de larga cabellera, como cubiertos de pelo son los ‘Lacuercos’, habitantes de ríos y balsas y hoy recreados por los Diaples d'a Uerba, la ‘sirpién’ del Castillo de Pegá, y la de Robres.


En Abizanda, es posible que la cueva de Bichicanera también albergara un dragón, al igual que la cueva de Retascón. Por otra parte, una de las versiones de la leyenda de Pyrene habla de la serpiente gigantescas que parió fruto de la violación de Heracles, serpiente que en realidad es la cordillera de los Pirineos.

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