"La guerra de Siria nos destrozó la vida, pero hemos renacido en Zaragoza"

Una familia siria que huyó de la guerra cuenta cómo llegaron a Zaragoza. Ahora viven "pobres, pero felices y seguros".

Batoul y Fawaz, refugiados sirios, en su casa de Zaragoza
Batoul y Fawaz, refugiados sirios, en su casa de Zaragoza
P. F.

Fawaz Al Azem, Batoul Hamdan y sus cuatro hijos tenían una vida cómoda en Siria: "Teníamos dinero y trabajo, dos casas, tres coches, dos empresas con 20 empleados", cuentan. Hasta que estalló la guerra, en 2011, y su vida se convirtió en un infierno: bombardeos, cambios de domicilio, la muerte de gente cercana, un secuestro... El día que les cayó una bomba en el salón decidieron emigrar. El camino desde su casa en Damasco hasta el piso de alquiler municipal en el barrio de las Delicias de Zaragoza no ha sido fácil.


Decidieron venir a España porque les parecía que era un buen país para que estudiaran sus hijos y en concreto a Zaragoza, porque aquí vivía una hermana de Fawaz. Sabían que en otros países, como Alemania o Suecia, había más ayudas para los refugiados. En noviembre de 2013 cogieron sus ahorros y emprendieron viaje: por carretera a Beirut, luego avión a Estambul, otro vuelo a Barcelona y taxi a Zaragoza.


Al llegar a Zaragoza se encontraron con que aquí no había un programa específico de apoyo a refugiados, eran unos inmigrantes sin papeles más. "El primer año fue muy duro. Vivíamos once personas en un piso de 50 metros cuadrados, cogíamos comida de los contenedores. En Extranjería se quedaron con nuestros pasaportes. No podíamos trabajar, ni pedir ayudas, ni salir de Zaragoza", recuerdan.


Su situación fue mejorando con ayudas de oenegés (Cáritas, Cruz Roja, Hijas de la Caridad) y de los servicios sociales. El año pasado les concedieron la tarjeta de "protección internacional", que les da derecho a residir y trabajar en España. Desde el verano cobran el IAI (621 euros al mes) y viven en un piso de alquiler social municipal, por el que pagan 200 euros. "Llegamos muy justos a fin de mes, aquí somos pobres, pero vivimos seguros, tranquilos, en paz", aseguran con una sonrisa enorme.


Fawaz, de 38 años, era empresario en Siria y Batoul, de 34, profesora de árabe en un colegio. En Zaragoza han hecho cursos de español (han aprendido muy rápido y se manejan muy bien en castellano) y otros de formación. Ahora su gran objetivo es encontrar trabajo. A Batul le llamaron la semana pasada para un puesto temporal en un almacén. Fawaz se lamenta de que le piden certificados de su experiencia y de que no le convalidan el carné de conducir sirio. Sus hijos (de 14 a 4 años) están muy integrados en el colegio y el instituto, y juegan a fútbol en un equipo del barrio.


En su piso sin calefacción y con goteras hacen balance: "La guerra nos ha destrozado la vida, pero hemos renacido en Zaragoza. Es una ciudad muy acogedora y nos han tratado muy bien. Ahora tenemos vida. Para nuestros hijos, éste es su país", afirma Fawaz, que también está muy agradecido al grupo de Ayuda a refugiados en Zaragoza.


Su ánimo cambia cuando ven las noticias de los refugiados en la tele o hablan con sus familiares en Siria. "La mejor ayuda para los refugiados sería que acabara la guerra. Los gobierno de los grandes países deberían sentarse a negociar. Mientras, los refugiados sufren mucho en los campamentos y en las fronteras. Las mafias se quedan con su dinero", apuntan con amargura.

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