La conexión aragonesa con un histórico hotel de La Habana expropiado por Castro

?Una ribagorzana quiere que Cuba reconozca el papel de su bisabuelo erigiendo el hotel Sevilla.

Fachada del hotel Sevilla
Fachada del hotel Sevilla

El hotel Sevilla se erige majestuoso en La Habana vieja, en pleno corazón de la capital cubana. Le separan apenas cinco manzanas del Capitolio y la noche en la habitación individual más básica ronda los cien euros. Su ubicación, prestaciones y la decoración inspirada en el estilo andalusí lo convierten en un enclave peculiar y no son pocos los turistas que se acercan a inmortalizar su fachada, una rareza en la arquitectura habanera. Una fábrica de dinero propiedad del régimen de Castro y gestionada por una empresa francesa, pero que podría haber llegado a manos aragonesas si la historia del país hubiese sido otra.


El edificio se levantó en 1908 por iniciativa de Urbano González Fernández, quien junto a su socio Manuel López ya regentaba el hotel Inglaterra, supuestamente el más antiguo de la ciudad y más tarde traspasado. Urbano, nacido en Asturias, se montó en un carguero con destino a La Habana con apenas doce años. En la ínsula caribeña amasó una pequeña fortuna y llegó a poseer dos hoteles, un ingenio en el que se manufacturaba azúcar de caña y varias hectáreas en lo que ahora es el maltrecho Malecón.


Postal coloreada del hotel de principios del siglo pasado.


Su familia quiere que el Gobierno cubano reconozca a quien fuera el impulsor y propietario primero del edificio. Su bisnieta, Elena Mur, vecina de Laguarres (en la Ribagorza), es quien ha contactado con la Compañía de Recuperaciones Patrimoniales en Cuba - 1898, una sociedad catalana que agrupa a las familias españolas expropiadas por Castro que buscan una compensación por el patrimonio arrancado a sus antepasados.


Elena explica que su familia "no pretende recuperar, ni mucho menos, un solo céntimo de lo que Castro se quedó, sino que la aspiración es, simplemente, lograr un reconocimiento del Gobierno del país. Mi bisabuelo trabajó duro para conseguir su pequeña fortuna, para levantar uno de los principales hoteles de La Habana, y es de justicia que se le reconozca".


Los descendientes conservan más bien poco del Sevilla. "En los 50, mis abuelos viajaron a Cuba a pelear por las propiedades. En los años 70 presentaron los papeles en la embajada de Cuba ya que se suponía que iban a dar unas compensaciones y nunca más se supo. Ahora mismo sólo tenemos una vajilla original maravillosa, de porcelana blanca con ribetes en tono azul sévres y en oro con las iniciales del hotel. La usábamos en ocasiones especiales, aunque ahora está guardada en casa de un familiar".



Colocación de la primera piedra en el hotel Sevilla.


A la muerte de Urbano González en 1935, la administración del considerado primer hotel de lujo del país pasó a manos de un sobrino. Casi un cuarto de siglo después lo expropió el Estado tras la caída de Batista y la entrada en el poder de Fidel Castro.


Urbano volvió a España años antes de morir. Tuvo descendencia y uno de sus hijos se casó con Rosa Romero, abuela de Elena y primera aragonesa de la familia. Esa parte de la familia se ha mantenido en Aragón desde entonces.


Un salvoconducto en forma de brazalete


El legado cubano en la familia de Urbano se extiende un poco más allá de las propiedades en La Habana. La familia pasó los últimos compases de la guerra civil en La Ribagorza, aunque durante el estallido se encontraba en Madrid. La nacionalidad cubana del primer hijo de Urbano permitió que sus descendientes pudieran refugiarse en la embajada. "Según me han contado, mis abuelos se ponían un brazalete con la bandera cubana a modo de salvoconducto para poder salir a comprar comida", recuerda Elena.

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