Conciencia computacional, la vida más allá de la muerte

Investigadores de todo el globo estudian cómo transferir la conciencia a carcasas no biológicas.

La teoría computacional de la mente sugiere que la conciencia es transferible
La teoría computacional de la mente sugiere que la conciencia es transferible
Iniciativa 2045

Aunque cada año importen menos los motivos, la fiesta de Halloween radica en la creencia de que el reino de los muertos se aproxima al mundo de los vivos por una noche, permitiendo a los espíritus visitar (o fastidiar) a los que todavía estamos vivos. El domingo, Día de Todos los Santos, serán los católicos quienes celebren la consecución de la vida eterna de todos los difuntos.


La degradación del cuerpo físico es incuestionable y durante siglos el miedo a la muerte ha infundado en el ser humano la necesidad de creer en una vida eterna exenta de carcasas. La investigación y la tecnología habrán modificado el prisma con el que miramos el mundo pero no nuestros temores. Por ello, en la era moderna, los científicos de todo el globo se proponen digitalizar, robotizar o materializar conciencias para tratar de evadir la procesión hacia el reino de los muertos.


El empresario ruso Dmitri Itskov está convencido de que la humanidad logrará vivir para siempre y ha impulsado la Iniciativa 2045. El objetivo: conseguir transferir la personalidad de un individuo a una carcasa no biológica. No se trata de trasplantar cerebros porque el cerebro también es algo físico, sino de cargar nuestras vivencias y experiencias en un robot o un avatar como quien descarga datos a un ordenador. Quienes comulgan con el ruso están convencidos de que si el robot tiene nuestros recuerdos y actúa, dialoga, reacciona y aprende como nosotros, seríamos nosotros. Nuestra personalidad perduraría más allá de la muerte física. Aquí se abre un debate filosófico que da para mucho: ¿seríamos nosotros o una mera copia robótica?



¿La llave de la inmortalidad?

Luis Montesano es profesor de la Universidad de Zaragoza. Trabaja en el campo de la inteligencia artificial y la robótica y para ilustrar la amplitud del debate plantea la pregunta de una forma diferente : "Si consideramos a la persona no como un cuerpo, sino como una conciencia, y podemos transferir sus experiencias, emociones y personalidad de forma que pueda seguir evolucionando ¿por qué no sería él?".


El mencionado multimillonario ruso está convencido de que trabajando en la línea de la conciencia computacional encontraremos la llave de la inmortalidad y cree que para 2045 ya será posible vivir para siempre en organismos artificiales.


En esa misma línea trabaja Martine Rothblatt, una de las mujeres mejor pagadas de Estados Unidos. La empresaria dice estar enamorada hasta las trancas de su mujer Bina y tener un miedo horrible a que la muerte se la lleve por delante. Su temor le llevó a impulsar el Movimiento Terasem. Sus seguidores están convencidos de que es posible comprimir en datos matemáticos la esencia de una persona para que programas, avatares y robots sean capaces de actuar como ella. Algo así como el capítulo 'Be right back' de la segunda temporada de Black Mirror.




El novio fallece, la novia se siente sola y recurre a una aplicación informática que se alimenta de todos los recuerdos digitales del muerto: conversaciones de chat y voz, vídeos, fotos, comportamiento en redes sociales... Y tachán, de repente podemos chatear e incluso hablar por teléfono con algo que se parece mucho a nuestro familiar.


La empresaria estadounidense no se conforma con avatares y además de convertir a su mujer en un programa informático quiere cargarlo en un robot calco que se mueva, gesticule y hable como ella.





Montesano comprende que dotar de conciencia a un avatar no es suficiente para los que quieren enfrentarse a la muerte y transferir personalidades. Gran parte de las vivencias y experiencias que hacen a cada persona como es llegan a través de los sentidos. Si cargamos nuestra conciencia en un avatar, ese avatar será siempre una copia de lo que éramos nosotros en ese momento, pero no evolucionará como lo hubiésemos hecho de estar vivos porque no seguiría acumulando vivencias. Sin embargo, si la transferimos a un robot que sale, corre y toca ¿por qué no pensar que seguiríamos vivos?


Las barreras tecnológicas para llegar hasta ese punto son todavía enormes pero "las barreras se superan", recuerda el ingeniero zaragozano. "La idea fundamental es que somos el resultado de un programa muy complejo que aún no entendemos bien. Cuando vayamos avanzando y entendiendo el cerebro humano, por qué somos como somos y cómo se generan las emociones... Podríamos hacer una réplica tan buena como el cerebro humano con el mismo proceso de aprendizaje y memorización".


En España, de momento, esta línea dse considera demasiado futurista pero cada vez más grupos de investigación sobre conciencia computacional se suman a los ya existentes de inteligencia artificial y robótica cognitiva.


¿Llegará el día en que los disfraces de muertos vivientes sean de robots y no de zombies?

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