Las sentencias: terapia, trabajos comunitarios o internamiento

Ante el delito de un menor, se busca la restitución económica y moral antes que un castigo mayor.

Imagen de archivo del Centro de Educación e Internamiento de Juslibol
Imagen de archivo del Centro de Educación e Internamiento de Juslibol

Solo el año pasado, la Fiscalía registró 1.444 diligencias por delitos y faltas cometidos por menores de edad en Aragón. En muchos casos se trata de actos vandálicos, daños contra el patrimonio, insultos o amenazas. Pero en otros la gravedad es mayor, y hacen referencia a robos con fuerza, agresiones o violencia de género.


Ante todos estos escenarios, el papel de la justicia y de los educadores sociales es fundamental a la hora de reconducir la conducta del joven. Por ello, el catálogo de medidas disciplinarias que se maneja es de lo más variado.


El recurso más utilizado en 2014 fueron las denominadas reparaciones extrajudiciales, que se aplicaron en 400 casos. Antonio Balsa, educador del Equipo de Medio Abierto (EMA) del Gobierno de Aragón, encargado de actuar con los menores, explica en qué consisten. “Cuando el delito no ha sido muy grave, y no hay reincidencia, nos pasan el expediente para buscar una solución extrajudicial”, señala. Básicamente, “se intenta que el menor sea consciente del daño que ha hecho a la víctima, que le pida perdón y le compense de alguna manera”.


Otro mecanismo recurrente (320 casos el año pasado) es el de la libertad vigilada. Con esta medida se asigna un educador al menor para seguir de cerca su desarrollo, orientar al entorno familiar y ver si se puede reconducir su conducta. El proceso suele durar entre tres y seis meses, y requiere de la colaboración activa tanto del joven como de la familia para obtener resultados positivos.


Y la tercera vía más utilizada pasa por los clásicos trabajos en beneficio de la comunidad (121 sentencias en 2014). “A veces no basta con pedir perdón, deben reparar el daño hecho a la comunidad” prestando ayuda en la atención de ancianos, realizando labores de limpieza en zonas públicas o colaborando con oenegés. Con ello se intenta sacar al menor de sus viciadas rutinas y mejorar sus socialización. “Algunos incluso terminan haciéndose voluntarios”, celebra Balsa.


Finalmente, en los casos de más gravedad se dicta el internamiento del menor, ya sea en régimen cerrado, semiabierto o abierto. En Zaragoza estos casos se derivan al Centro de Educación e Internamiento de Juslibol, inaugurado en 2006. Tiene capacidad para 69 menores en habitaciones individuales, y solo el año pasado recibieron 151 casos (el 56% de ellos, de nacionalidad extranjera), con una media de estancia de 131 días.

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