"Aún no ha venido el perito y ya nos llega otra crecida del río"

Los pueblos afectados por la pasada riada temen que campos y motas no aguanten otra avenida.

Francisco sigue a la espera del peritaje de daños de la última crecida
"Aún no ha venido el perito y ya nos llega otra crecida del río"
L. Uranga

“Esperemos que no sea como la anterior. No nos ha avisado nadie, pero ya se ve que está creciendo”, comenta Marisol Coloma, paraguas en mano, mientras observa, desde la mota que protege el municipio de Cabañas, cómo se eleva la altura del río Ebro. Hace un mes se le inundó la parte trasera de su casa.


La situación de Francisco, su vecino, es aún peor. La vivienda de su suegra se vio anegada en la histórica crecida del mes pasado, y sus muebles todavía siguen elevados sobre ladrillos. “Es increíble que aún no haya venido el perito a evaluar los daños y ya nos llegue otra crecida del río”, lamenta. Desde entonces, su octogenaria suegra, “no puede bajar a la planta calle y aquí nadie nos da soluciones”.


Son solo dos ejemplos del sentir que transmiten los habitantes de los pueblos más afectados por las recientes crecidas del Ebro, que ven cómo una nueva avenida puede volver a anegar sus municipios. Según la CHE, el nuevo episodio de crecidas en el eje central del Ebro puede llegar a alcanzar entre 1.500 y 1.800 metros cúbicos por segundo aunque con "una incertidumbre elevada por la naturaleza de las propias precipitaciones y el gran número de ríos en crecida".


Las lluvias de los últimos días han afectado a las dos márgenes del Ebro y las crecidas más importantes corresponden a los ríos Ega (Navarra), Leza, Cidacos, Alhama (La Rioja), Huecha, Jalón, Huerva, Guadalope y Matarraña (Aragón).


Por ello, el Gobierno de Aragón, que fijó en unas 19.200 hectáreas las afectadas por la anterior crecida extraordinaria, ha activado el nivel 2 de alerta del Plan de Inundaciones, que implica la activación de medios operativos ajenos a la Comunidad Autónoma, como es el caso de la Unidad Militar de Emergencias (UME).


Un extremo que muchos alcaldes han conocido por los medios de comunicación. “Lo he visto en la prensa pero a nosotros nadie nos ha dicho nada”, critica Miguel Ángel San Juan, alcalde de Boquiñeni. En esta localidad, que todavía no cuenta con agua corriente, los vecinos se resignan. “Los ganaderos estamos alerta por si hay que sacar a los animales. La última vez murieron más de ochocientos”, relata Ángel tras llenar varias garrafas de agua en uno de los numerosos depósitos móviles habilitados por todo el pueblo.


El alcalde calcula que no volverán a disfrutar de agua potable en sus hogares hasta “por lo menos dentro de un mes”. Una empresa trabaja en la limpieza de la red de abastecimiento con un novedoso sistema: “Introducen hielo granizado a presión para desatascar las cañerías, y aplican vapor a los contadores”, explica.


Conchi fue una de los cerca de mil vecinos que fueron desalojados el pasado mes de febrero, y tuvo que quedarse “en casa de unos sobrinos”. Ahora confían en no tener que llegar a ese extremo, pero recuerda que “el terreno sigue muy mojado”.


“Hasta los 2.400 metros cúbicos no hay afecciones en las casas”, explica San Juan, aunque reconoce que hay “incertidumbre” en el pueblo. “La mota principal está en buen estado, pero los campos están muy húmedos y no pueden asumir más agua”, señala. Además, muchos trabajos de reparación tras al última crecida están “a medias”.


Por su parte, el alcalde de Novillas, José Ayesa, asegura que el nivel del agua ha subido y ya llega a los campos de cultivo, aunque espera que esta vez no haya afecciones a las viviendas y granjas.


No obstante, ha señalado que la situación "está muy mal" porque está "todo destrozado" por la anterior crecida, en referencia a las motas e infraestructuras dañadas por el agua, que llegó a anegar unas 1.600 hectáreas en el municipio.