El cura de Épila denuncia al diácono que se quejó de acoso y fue indemnizado por Ureña

El párroco dice que el joven -que acudió al arzobispo de Zaragoza- lo está difamando por "venganza" por oponerse a su ordenación.

Ureña con el párroco de Épila. Ureña, a la izquierda, fue el primer obispo español en celebrar una Misa Pontifical de Réquiem, por el rito romano. Fue en 2011 en Épila y la concelebró con el párroco Miguel Á. Barco (dcha).
El cura de Épila denuncia al diácono que se quejó de acoso y fue indemnizado por Ureña
Apostolado Eucarístico

El arzobispo emérito de Zaragoza, Manuel Ureña, mantiene que decidió indemnizar con 60.000 euros (y pagar otros 45.000 en concepto de impuestos a Hacienda) al diácono de Épila para ayudarle a rehacer su vida tras impedirle ser ordenado sacerdote. De hecho, tal y como informó ayer HERALDO, el abono se hizo a través de la nómina de noviembre y en concepto de "rescisión de la relación laboral". Sin embargo, cuando tomó la decisión, Ureña sabía que el joven había presentado quejas contra el párroco de Épila por un supuesto acoso. Al parecer, el diácono llegó a hablar de fotos comprometedoras, pero no aportó ningún tipo de prueba, razón por la que el prelado no le dio credibilidad. Aún así, optó por autorizar el pago de la mencionada indemnización, cuya cuantía y motivos se cuestionaron desde el primer momento en distintos estamentos de la diócesis.


El párroco de Épila, Miguel Ángel Barco, se mostró ayer muy afectado por la acusación, que niega tajantemente, y decidió presentar una denuncia contra el joven por difamación. El sacerdote acudió por la noche al cuartel de la Guardia Civil de la mencionada localidad y los agentes tomaron nota de todas sus manifestaciones. "Se ha vengado de mí por mi negativa a su proceso de ordenación", aseguró. "No puede presentar ninguna foto comprometedora -añadió- porque sencillamente nunca ha existido un acoso sexual".


El sacerdote, que fue ordenado hace 18 años y lleva siete ejerciendo su labor pastoral en el municipio zaragozano, mostró su desconcierto por el giro que han tomado los acontecimientos. De hecho, insiste en que detrás de las quejas por supuesto acoso del diácono -nunca presentó denuncia- únicamente hay un "deseo de venganza".


Recuerda que el joven llevaba dos años y medio vinculado a su parroquia, pero que este decidió marcharse la pasada Semana Santa. "Lo hizo tras entrar en mi ordenador, ver mis mensajes privados y leer el informe que estaba preparando para el arzobispo en el que le explicaba que este diácono no reunía condiciones para ser ordenado sacerdote", indicó Barco. Añadió que el joven no encajó bien su decisión y que incluso llegó a amenazarle con difamarle. "Me dejó una nota manuscrita en la que me decía que me atuviera a las consecuencias", aseguró el párroco, quien reconoció que no conserva dicho documento. No obstante, afirma que sí tiene testigos que escucharon en los meses de mayo y julio las versiones contradictorias que ofrecía el diácono.


Su ordenación como sacerdote estaba prevista para el pasado mes de septiembre, pero el informe negativo de Miguel Ángel Barco truncó sus aspiraciones. Mantiene el párroco que el diácono empezó a "vengarse" colgando una información en internet en la que revelaba que se estaba estudiando la posible venta del retablo de la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Épila. "Lo hizo con intención de poner al pueblo contra mí, porque era una decisión que él mismo compartía", manifestó el sacerdote.


Miguel Ángel Barco también se sorprendió de la cantidad que ha recibido el diácono y aseguró que hasta ayer desconocía que el arzobispo había autorizado un desembolso de esa cuantía. Añadió que esta noticia se la "desayunó" ayer. "A mí me habían dicho que le iban a ayudar, pero no sabía que de esta manera", manifestó el párroco a este periódico. Barco reconoció que desde hace tiempo le une una gran amistad con Manuel Ureña, pero insistió en que este nunca le consultó ni le concretó cómo se había resuelto el despido de este joven.

Recordó que normalmente se les ayuda económicamente para que siguen estudiando pero que "nunca se da la cantidad de golpe". "Creo que tras amenazarme a mí se la ha jugado al arzobispo", aseguró.


El que ha preferido no hacer declaraciones es el diácono al que Manuel Ureña ordenó indemnizar. Personas de su entorno aseguran que está también muy afectado por la dimensión y la repercusión que han adquirido los hechos, razón por la cual ha optado por no pronunciarse ni dar su versión de lo ocurrido. El diácono, que en ningún momento denunció nada ante la Policía y que se limitó a trasladar sus quejas al arzobispado, quiere que se respete su intimidad, según estas mismas fuentes.


Por su parte, tanto el alcalde de Épila, Martín Llanas, como numerosos vecinos consultados ayer tras publicarse la noticia explicaron que tanto el párroco como el diácono son dos personas muy queridas en el municipio.