Guillermo Pérez Navarro: "Después de la cogida, volví a nacer"

Guillermo Pérez posa en el interior el hospital San Jorge de Huesca donde es anestesista.
Guillermo Pérez Navarro: "Después de la cogida, volví a nacer"
Rafael Gobantes

Una vaquilla le cambió la vida. Fue el 13 de agosto de 2007. En la plaza de toros de Huesca, en plenas fiestas de San Lorenzo. Guillermo Pérez Navarro (Zaragoza, 1984) tenía 23 años y salió de esa plaza sobre una camilla, con el pulgar levantado para animar a sus amigos y sabedor de que podía ser el final. Estudiaba Medicina –­hoy es anestesista en el hospital San Jorge­ de Huesca, ciudad en la que reside desde 1991– y era consciente de que la lesión en el cuello era grave. 


Siete años después, sus ojos brillan al recordar los meses de rehabilitación, el ímprobo trabajo de los doctores Calatayud –jefe de Neurocirugía del Clínico y que dirigió su operación en este hospital zaragozano–, Ledesma y Toribio –de la unidad de lesionados medulares del Miguel Servet–, entre otros médicos y profesionales sanitarios, por recuperarle y por los que se deshace en elogios, el de sus padres, Javier y María Pilar, y sus hermanos Javier y Sergio, que veían cómo un hijo brillante lo podía perder todo por una aciaga mañana, por un infortunio. 


Lo suyo fue el triunfo de la fuerza de la voluntad. Habla pausado. Y sus primeras palabras son para pedir prudencia. "Saltar a las vaquillas no es un juego", y bien lo sabe quien no podía coger un vaso de agua tras el accidente, quien tuvo que luchar en la rehabilitación para no ver pasar la vida desde una silla de ruedas con las cuatro extremidades paralizadas. 


"Me gustaba mucho ir a las vaquillas. Desde los 18 años he participado y siempre con prudencia. Sé de su peligro, porque ya había tenido algún revolcón. Como disfrutaba y me gustaba sabía que hay que extremar la prevención –palabra que martillea a lo largo de toda la conversación–.Es una actividad de riesgo, con consecuencias, a las que nos exponemos de forma voluntaria. Te enfrentas a un animal que pesa más de 300 kilos. En carrera, no eres nada contra una vaquilla. Te zarandea como quiere". Habla pausado y mirando a los ojos. Y además de prevención apuesta por la educación porque en la arena "puedes poner en peligro la vida del prójimo", dice.


La imagen de esa mañana del 13 de agosto la tiene grabada en su mente. Hasta conserva en vídeo lo que ocurrió. "Probé suerte por la derecha, la salida del cuerno de la izquierda me tocó un poco en la cintura, me desequilibré y me tiré al suelo. La vaquilla me arrolló, hice un mal gesto en el cuello que me provocó la lesión", recuerda. "Como estudiante de Medicina supe lo que me había pasado", precisa. 


Desde aquel San Lorenzo ve la vida de otra manera. Tuvo una dura rehabilitación, pero nunca abandonó los estudios gracias al respaldo de compañeros, profesores y allegados. Ahora, las vaquillas las sigue por la televisión. "Ni mi familia ni mis amigos se merecerían pasar otra vez por lo que pasamos", afirma.