​El número de aragoneses que vuelven del extranjero baja casi un 25% en dos años

La falta de oportunidades laborales es una de las causas de la disminución de los retornos.

Ángel Cubero, caracterizado para la ópera en la que trabaja actualmente
​El número de aragoneses que vuelven del extranjero baja casi un 25% en dos años
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Muchos se van, pero pocos vuelven. Desde el comienzo de la crisis, más de 10.000 aragoneses han salido de la comunidad para buscar mejor suerte en el extranjero, pero entre 2008 y 2013 solo volvieron 3.112 personas. Además, la cifra de retornos ha disminuido en 2013 un 12,5% respecto al año anterior y un 24,6% en los últimos dos años, el dato más bajo desde 2008, según los datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social.


La causa principal es que solo vuelven los que tienen oportunidades laborales en Aragón, “y la situación aquí no ha mejorado”, apunta Juan Carlos Cantín, secretario de Empleo y Formación. "La gente no se va porque quiera, sino porque las ofertas aquí son menores.", indica Irene Coscollar, secretaria de Juventud de UGT Aragón. “Salen para encontrar un empleo y siguen allí aunque sea precario”, subraya Cantin. “¿Para qué van a volver, si aquí no tienen nada?”, se pregunta. 


Un ejemplo de ello son los estudiantes que obtuvieron una beca de estudios en el extranjero y deciden quedarse, al ver la falta de oportunidades que tendrían aquí. Fue el caso de Ángel Cubero, que en 2010 consiguió una beca Erasmus en Toulouse, donde permaneció tres años. “Los dos primeros estuve estudiando, uno Veterinaria y el otro una formación como bailarín. El tercero, trabajé en una ópera”, explica. Pero en 2013 se quedó sin un sustento y decidió volver a casa, donde le ofrecieron un puesto en una compañía. “Lo tomé como algo transitorio, porque no eran unas condiciones excelentes”, señala. Su objetivo era ahorrar dinero para poder viajar y hacer audiciones.


Un año después, ha vuelto a hacer las maletas, esta vez a Ginebra, donde es bailarín del Ballet del Gran Teatro de la ciudad. “Cuando me surgió la oportunidad de irme de nuevo al extranjero, en mejores condiciones, me fui”. La experiencia anterior había sido lo suficientemente buena para querer repetir, aunque no ha estado exenta de problemas. “Encontrar alojamiento tanto en Toulouse como aquí en Annemasse es más complicado por ser extranjero, porque te piden tener un aval francés. Y si trabajas, un contrato fijo”, indica.


Por ahora permanecerá en Suiza hasta finales de diciembre, aunque asegura que le gustaría poderlo hacer en Zaragoza. “Pero es muy difícil, allí solo hay pequeños proyectos. Sería más fácil en Madrid o Barcelona”, asegura. Pero no se cierra la puerta a volver. Mientras trabaja, estudia el máster de profesorado por la UNED. “Quizá mi futuro esté en España como profesor”.


La mayoría de los aragoneses que se marchan “tienen deseos de volver, sobre todo al principio”, señala Cantín. "Pero el colectivo de jóvenes tiende a hacer su vida en su lugar de trabajo y se quedan allí", reconoce Coscollar. Cuanto más tiempo pasan en el país de acogida, más difícil es que se planteen volver. “Muchos, incluso arrastran a sus parejas, sobre todo si son buenos empleos, aunque la otra persona no consiga más que uno precario”, explica Cantín. 


Incluso los hay, como Ángel, que cuando regresan piensan en volver a marcharse. Es también el caso de Désirée Algaba, una enfermera zaragozana, que regresó el pasado mayo después de trabajar durante 15 meses en Inglaterra. “Siempre tuve ganas de irme al extranjero, pero no hice un Erasmus. Cuando terminé la carrera, estaba trabajando dos meses y me mandaban a casa, así que en el momento en el que me surgió la oportunidad de trabajar allí, lo hice”, recuerda.


Désirée califica la experiencia de “muy positiva”, ya que mejoró su inglés y conoció otra forma de trabajar, aunque también ve el lado negativo. “Estaba en Northampton y la vida no era como me esperaba. Es una ciudad con dos calles de actividad comercial y el resto son barrios residenciales, muy diferente a Zaragoza”.


Además, no veía posibilidades de desarrollarse profesionalmente. “Estaba en un hospital con pacientes muy básicos, con un trabajo más parecido al de un auxiliar de enfermería”, explica. “Allí el sistema es diferente: las enfermeras terminan la carrera con menos formación y luego hacen cursos que para los españoles son mero trámite”.


El pasado mayo le ofrecieron un trabajo cubriendo una reducción de jornada en Zaragoza y lo aceptó, ya que podía compaginarlo con estudiar las oposiciones. “Me gustaría quedarme aquí, pero no descarto volver”.