Mucha música, pero más barata, en las fiestas de los pueblos aragoneses

Las vaquillas también sufren la crisis, por el alto coste que supone su organización.

Mucha música, pero más barata, en las fiestas de los pueblos aragoneses
Mucha música, pero más barata, en las fiestas de los pueblos aragoneses

Medio Aragón está hoy en fiestas. El día más esperado por los vecinos de muchas localidades aragonesas es también el de más trabajo para muchos profesionales. Bares y restaurantes que sobreviven durante el resto del año, esta semana no dan abasto, y orquestas, empresas taurinas y pirotecnias dan estos días el do de pecho.


Sin embargo, estos últimos años el nivel de gasto tanto de ayuntamientos como de las personas que se acercan a disfrutar de las fiestas continúa sin despegar, después de varios años de caída en picado. Un ejemplo es la localidad de Jasa, en la Jacetania. Hace cuatro años tuvieron que disminuir el presupuesto de los 15.000 euros a los 12.000. En realidad, la mayor parte de las fiestas se financian con el dinero que consigue la comisión de fiestas, a través de rifas, cenas, una barra durante las verbenas… Unos bailes que mantienen la música de las orquestas como plato fuerte, aunque su coste ha bajado de los 6.000 a unos 3.000 euros. “Las fiestas son más económicas. Ahora traemos una orquesta muy buena, pero que no es cara, y que lleva viniendo los últimos tres años”, explica Nuria Martínez, la concejal de fiestas.


Las orquestas son por tanto las primeras en notarlo. “Las comisiones de fiestas se van defendiendo, pero en vez de cinco días de orquesta, ahora hay dos”, indica Enrique Lázaro, gerente de la empresa Espectáculos Musicales ANHA, que ofrece los servicios tanto de orquestas como de discomóviles, grupos folclóricos o de animación infantil. Son precisamente estos últimos los que han aumentado más la demanda en los últimos años.


En cambio, las orquestas y discomóviles siguen de capa caída. Las primeras porque “los jóvenes prefieren la música que oyen todos los días en la discoteca”, apunta Lázaro, y las discomóviles, “porque ahora con un ordenador pincha cualquiera”. Su empresa intenta mantenerse a flote haciendo espectáculos a medida de cada pueblo, enriqueciendo las discomóviles con cantantes y bailarines o formando orquestas de pequeño tamaño, con entre seis y nueve miembros, en las que los instrumentos de metal tienen que estar grabados por falta de músicos. A pesar de todo, no es optimista: “la profesión tiene casi los días contados”, reconoce.


El problema no es solo que a los más jóvenes no les gusten las orquestas, sino que además el botellón ha podido con el consumo en las barras que se instalan en los recintos. Estas eran una de las fuentes importantes de dinero para las comisiones de fiestas, que ahora tienen que agudizar el ingenio para conseguir financiarse.


La solución que han encontrado la mayoría de las localidades es mantener el número de actividades, pero aumentar las que no tengan ningún coste o sea muy pequeño. Lo saben bien en Caspe, donde sus locos concursos les han hecho aparecer en varios medios de comunicación. Famosos, pero también muy baratos. “Los hacemos con materiales que tenemos por casa, pero hay una gran afluencia de público”, aseguran fuentes del Ayuntamiento.


Aún así, el presupuesto no ha dado para mantener el nivel de los festejos de antes de la crisis. “La contratación se hace con antelación para conseguir mejores precios. Ahora tampoco se puede traer grupos de tan primerísimo nivel, pero sí a gusto de los jóvenes. En los toros de fuego y los castillos de fuegos artificiales, ha bajado la cantidad que nos podemos permitir”, resumen.


Este último punto lo corrobora Miguel Pérez, director adjunto de Pirotecnia Zaragozana. “Desde el comienzo de la crisis, los Ayuntamientos han tenido que ajustar los presupuestos y el número de actuaciones”, indica. En su empresa no han perdido clientes, pero la media de desembolso se ha reducido hasta los 3.000 euros para espectáculos de unos 15 minutos. Pérez subraya la importancia de estos espectáculos en las fiestas. “Gustan y son tradicionales. No solo son un gasto, sino que la gente sale a verlos y consume. Alegran la fiesta”.

Las vaquillas, buena parte del presupuesto

Pero el gran gasto para muchos municipios son las vaquillas. Algunas localidades tienen sus estratagemas para que el coste sea el menor posible. En Caspe, por ejemplo, solo hay dos días, pero mañana y tarde. De esta manera, solo hay que pagar dos días de seguro, que supone unos 300 euros cada jornada.


El festejo más barato, una suelta de vaquillas, ya cuesta al menos 2.300 euros, según indican desde Tauroemoción. “El principal coste es el director de lidia, que es una figura obsoleta para mucha gente y que cobra 500 euros por sesión. Una sola persona no puede controlar solo un recinto, es más fácil con diez voluntarios, como en Valencia”, critica su gerente, Alberto García.


La empresa nació en 2009, por lo que no ha conocido otra cosa más que la crisis. Para él, la clave es echarle imaginación. “Cada año ofrecemos algo nuevo. Este año es la corrida de las peñas. Ya hemos hecho tres festejos y ha tenido un éxito tremendo”.


Quien sí vio tiempos mejores es José Daniel Guerrero, cuya empresa ha cumplido ya los 37 años. “El festejo popular se mantiene, pero las novilladas por ejemplo han perdido algo de afición”, afirma. Las localidades más taurinas siguen con sus espectáculos, pero los pueblos más pequeños no pueden permitírselos. “Es un dineral: hay que pagar las UVI móviles, a los médicos, los permisos…”, reconoce. Sin embargo, la mayoría hacen el esfuerzo y eligen ganaderías de calidad. “En Aragón, el público es exigente”.


La afición se concentra en las provincias de Zaragoza y Teruel, mientras que en Huesca se pueden encontrar localidades en las que las fiestas pasan sin ver una vaquilla. En Jasa, asegura Nuria Martínez, “no hay tradición ni presupuesto suficiente”. Donde se rascan el bolsillo es en Valderrobres, donde disfrutarán de cinco espectáculos esta semana. “Somos muy toreros”, admite su concejal de fiestas, Enrique Segurana.


En esta localidad turolense, los recortes en los espectáculos llegaron como en todos los municipios, máxime cuando todo el presupuesto sale de las arcas municipales. Sin embargo, Segurana da la clave de cómo organizar unas fiestas en tiempos de crisis: “A falta de talonario, imaginación”.

Una población que se multiplica por 6

Las fiestas patronales no son solo un gasto para las localidades más pequeñas. Muchas vuelven a la vida tras un largo invierno en el que la población se reduce a la mínima expresión. Ocurre en Jasa, donde los 60 vecinos que lo habitan todo el año se convierten estos días en 400.


Asumir seis veces más de población no es fácil. “Las redes de teléfono se saturan, porque también aumentan los vecinos en Aragüés y Hecho”, indica Nuria Martínez. El bar también vive sus días de más trabajo, en los que la barra que montan la comisión de fiestas no es tanto competencia como una ayuda para dar servicio a tanto parroquiano. En la tienda, la animación también crece estos días y hasta los niños del pueblo ven asombrados cómo unos chavales desconocidos se montan en “su” columpio y se bañan en “su” piscina. Una revolución que irá a menos desde el fin de fiesta y que acabará tan pronto como lo haga el verano.