Las hijas que nos llegaron de China

En 1995, un terrible documental sobre los orfanatos chinos sacudió las conciencias de millones de familias en España. Algunas de ellas decidieron adoptar a una de aquellas niñas. Veinte años después, la llamada generación Mei Ming alcanza su mayoría de edad

Lourdes Magallón y Mario Sebastián junto a su hija Isabel. Al fondo, en la pared, una de las primeras fotos de ambas.
Lourdes Magallón y Mario Sebastián junto a su hija Isabel. Al fondo, en la pared, una de las primeras fotos de ambas

Mario Sebastián y Lourdes Magallón recuerdan la ciudad de Wuhan como un terrible horno. Allí recogieron a su hija pequeña en junio de 1997. Nunca visitaron el orfanato en el que Isabel (entonces Han Ju) había pasado sus primeros 7 meses de vida. No les dejaron. Tenían orden de esperar en su hotel, junto a otras dos familias de Valencia y Barcelona y a otras llegadas del norte de Europa.


Cuando les entregaron a la niña, no dejaba de llorar. Tenía mucha fiebre y estaba empapada de sudor. Luego sabrían que, además, sufría anemia y otros problemas de salud, pero el destino ya había dado el golpe de efecto que llevaba mucho tiempo esperando. Dos años antes, incluso antes de que ella naciera, Documentos TV emitió "Las habitaciones de la muerte", un reportaje que conmovió a millones de familias.


Lourdes y Mario tenían en ese momento dos hijos de 10 y 7 años, Carolina y Marcos. Y fue el pequeño el que quedó más impresionado al ver las imágenes de las niñas atadas a sus pequeñas sillas de bambú. Lourdes recuerda perfectamente la pregunta que lo precipitó todo: "Mamá, ¿por qué no nos traemos una?".


Han pasado casi 20 años de aquello. Desde entonces, cientos de familias aragonesas han adoptado a sus hijos en China, luchando incluso contra el cierre de fronteras por la gripe aviar o las restricciones de un país marcado por la política del hijo único. Al principio, no había acuerdos para las adopciones entre España y el gigante asiático, así que los primeros casos tardaron dos años en resolverse. Entre 1997 y 2001, llegaron a Aragón 43 niñas (eran, sobre todo, mujeres). A estas habría que sumar otras 360 aproximadamente hasta 2013, año en el que llegaron solo 8. En 2014 (hasta el 20 de junio) van 4, dentro de un bajón propiciado, en parte, por la crisis. Algunas familias han acogido a hasta dos o tres hermanos, con lo que es posible cifrar en unos 400 los hogares aragoneses que han hecho posibles estas adopciones.


Mario y Lourdes fueron la primera familia en solicitar una pequeña, pero tardó en llegar. China prefería reservar a sus niñas huérfanas para parejas sin hijos. "El Gobierno de Aragón intentaba derivarnos hacia otros países, pero nosotros lo teníamos muy claro", explica Lourdes. En aquel momento, fueron muchas las familias que ya tenían hijos las que decidieron dar el paso y abrir camino, hablando directamente con Madrid y con la embajada de China en España.


Sabían que, además, al ser padres biológicos, el país del bambú escogería para ellos un niño con problemas, ya que se prefería enviar a los bebés más sanos y pequeños con matrimonios con dificultades para engendrar. Pero los Sebastián Magallón se habían comprometido con esa niña, fuera cual fuera su estado y su rostro.


El 28 de mayo de 1997, recibieron por fin un larguísimo fax directo de China. Mario reconoce que apenas era capaz de entender nada: ni siquiera los números eran legibles. Y, después, llegó Wuhan y el calor. También descubrieron que Isabel era preciosa y que tenía una cardiopatía congénita. La misma enfermedad que la llevó hasta ellos desapareció cuando cumplió su misión: dos años después, estaba curada.De niñas a adolescentes

Ahora, surgen dudas sobre la adaptación de estas niñas, porque la adolescencia hace sus rasgos diferentes aún más visibles y porque es el momento de buscar la identidad y contestar a las preguntas del corazón: es humano intentar comprender por qué uno ha sido abandonado.


Isabel tiene 17 años y acaba de hacer la selectividad. Tiene amigas, es estudiosa y sale de fiesta. Incluso se ríe cuando recuerda que alguna de estas chicas tardó en darse cuenta de que sus rasgos eran diferentes. Cree que elegirá estudiar Comunicación Audiovisual y reconoce que quiere conocer Wuhan y que siente curiosidad por sus orígenes. Sus padres le han prometido que viajarán a China cuando se sienta preparada.


Tal vez algunas de las claves han sido que siempre ha sabido la verdad sobre su origen y que su familia se ha esforzado porque siguiera en contacto con sus raíces. De hecho, su padre es el presidente de la Asociación Cultural Amigos de China (Acachi), una entidad que crearon esos primeros padres y madres adoptantes.


Javier García Campayo, psiquiatra e investigador, explica que todo debe verse en su justa medida. "Estas niñas no dan muchos problemas, suelen ser estudiosas y responsables. El desarraigo sí que suele estar ahí, pero eso es algo que también les pasa a los hijos de familias inmigrantes que nacen aquí pero pertenecen a otra cultura", explica. El apego de los primeros meses y años de vida y el calor de los padres es una experiencia crucial en todo ser humano, y su ausencia puede causar trauma y dolor. En algunos casos pueden aparecer las consecuencias del síndrome alcohólico fetal.


"Lo mejor es hablar sin tapujos, que haya comunicación, que no haya tabús. Hay que apoyarles si quieren conocer su origen, porque eso es humano. Y si todo se complica mucho y se vuelven muy desafiantes en la adolescencia, se puede buscar ayuda", insiste.