Orosia Artal: "Recuerdo a mi madre y sé que fuimos mujeres valientes"

La de Orosia es la historia de una de esas familias del Pirineo que vieron desaparecer su pueblo a causa de la guerra.

Orosia Artal
Orosia Artal

Orosia nació en 1929 en Berbusa, un pequeño pueblo pirenaico de la comarca del Alto Gállego que fue deshabitado en los 50 pero que en su día desbordaba vida. "Berbusa era precioso, un pueblo con mucha luz rodeado de frutales", explica.


"Éramos muchos niños en el pueblo. Por las mañanas acudíamos a la escuela rural y por la tarde salíamos todos a jugar a la plaza", revive con añoranza.


Pero la guerra lo cambió todo. Berbusa fue uno de esos pueblos a los que el conflicto no dio tregua. "Desde el valle de Fiscal, Broto, Torla hasta Biescas. Y la zona de Gabín, Oliván, Susín hasta Barbastro. Todo quedó destrozado".


Orosia recuerda con mucho dolor como "el trabajo de una vida se esfumó en cuestión de minutos". Cuenta que tras la guerra, ni el pueblo ni los que habían trabajado sus tierras volvieron a ser los mismos. Muchos marcharon a otros pueblos. "Los terrenos fueron expropiados para plantar pinos y nosotros tuvimos que empezar de cero", afirma.


Al poco su madre cayó enferma. Con 16 años, a Orosia solo le hicieron falta cuatro indicaciones del doctor para ejercer de "practicanta". " Cuando mi madre mejoró le agradeció al médico su trabajo y él le dijo: 'Dáselas a tu hija que no se ha separado de ti'". "Cuando oí aquello me sentí tan bien que quise seguir haciendo ese trabajo".


Enseguida Orosia aprendió a poner inyecciones y vendas y a hacer masajes. "Todo el pueblo me pedía ayuda cuando el médico faltaba", asegura.


Pero la situación económica en la que se encontraba su familia y el pueblo obligaron a vender lo poco que les quedaba y en 1954 decidieron marchar a la ciudad. "Cuando recuerdo a mi madre y todo lo que tuvimos que pasar sé que fuimos una generación de mujeres valientes". "La vida en el Pirineo era dura, pero feliz. He tenido que ordeñar muchas vacas, he amasado mucho pan, en invierno los mulos nos abrían el camino de nieve que recorríamos en alpargatas. Pero lo más duro de todo fue haber visto como, a raíz de la guerra, todo desapareció".