Maruja Bisbal: "La vida en Aragón ha cambiado como del blanco al negro"

En una época en la que la mayoría de las mujeres no trabajaban fuera de casa, Maruja Bisbal fue oficinista durante cuatro décadas.

Maruja Bisbal
Maruja Bisbal: "La vida en Aragón ha cambiado como del blanco al negro"

Maruja (Zaragoza, 1914), que hace apenas un mes cumplió 100 años, no tiene dudas de lo mucho que ha cambiado la vida en Aragón a lo largo del último siglo. "Como del blanco al negro. Por ejemplo, a las chicas no nos dejaban salir de noche a la calle", recuerda. "Para divertirnos, andábamos por el paseo de la Independencia arriba y abajo y nos comprábamos unos barquillos". Sin embargo, estas limitaciones no fueron un problema para ella, que durante cuatro décadas hizo algo que no muchas conseguían: trabajar fuera de casa.


La costura, una de las salidas profesionales más frecuentes en las mujeres de la época, no le gustaba, y buscó otro empleo, en vez de seguir los pasos de sus tres hermanas mayores como costurera o bordadora. Hasta los 12 años estudió en La Enseñanza y después aprendió mecanografía para conseguir un puesto público.


No pudo ser funcionaria, porque el día que tenía que hacer las oposiciones comenzó la Guerra Civil y se suspendieron. Pero sí que consiguió un trabajo, como dependienta en una librería en la plaza San Miguel. Después encontró "un anuncio en Heraldo de Aragón, porque buscaban señoritas para trabajar en la fábrica de Laboratorios Artiach", explica. Ella se encargaba de las facturas y las letras. "Estábamos allí muchas mujeres y teníamos cada una nuestra máquina de escribir y nuestra calculadora".


Nunca tuvo problemas por ser mujer trabajadora, aunque no supo lo que era la baja maternal. "Trabajé casi hasta el día del parto", asegura, a pesar de que venían gemelas sin que ella lo supiera. Pronto tuvo que volver al trabajo, lo que pudo hacer gracias a que una chica le ayudaba con las labores de casa.


Los fines de semana eran el momento de disfrutar en familia, viendo películas de Paco Martínez Soria en el cine Argensola "y tomar el aperitivo en Los Espumosos". Cuando su marido, Alfonso, y ella se jubilaron, en 1977, aprovecharon para viajar más a menudo pueblo de él, Foz-Calanda (donde le asegura que le quieren mucho) y a la playa. Hace ya veinte años que él murió, aunque no está sola: vive en casa de una de sus hijas y rodeada del cariño de sus nietos y sus siete bisnietos.