Amada Izquierdo: "Me casé tarde porque no me gustaban los que me pretendían"

Los días de Amada Izquierdo transcurrieron entre el huerto y el corral, rodeada de ovejas, gallinas, conejos y cerdos.

Amada Izquierdo, Cuevas de Almudén
Amada Izquierdo, Cuevas de Almudén

Amada Izquierdo estaba ilusionada con su participación en el homenaje de HERALDO.es a los mayores aragoneses con motivo del día de San Jorge. El día de la entrevista, realizada por teléfono, Amada se prestó a compartir sus memorias y recuerdos con la calidez que le caracterizaba. Lamentablemente, el pasado 15 de abril, la turolense fallecía a los 86 años de edad en Teruel. Este artículo pretende servir de homenaje a Amada y, a la vez, de agradecimiento y apoyo a sus familiares y seres queridos.   


A sus 86 años, Amada Izquierdo (Cuevas de Almuden, 1927- Teruel, 2014)  todavía recordaba como, de niña, las frías mañanas de invierno y las calurosas tardes de verano las pasaban jugando al corro de la patata o cantando en la plaza del turolense pueblo de Cuevas de Almudén. También rememoraba aquellos momentos que pasaba en el campo desde bien pequeña, con jornadas que comenzaban a las 8.00 y finalizaban con la puesta de sol. "Teníamos que ir a entrecavar patatas con la azada y plantar judías y cebollas con mi padre", recordaba.


Amada no se casó hasta los 30 años, algo tarde para su época pero, aseguraba, que ella no iba a casarse con cualquiera. "No me gustaban los que me pretendían, por eso preferí esperar". Y esperó, al menos, hasta que apareció Paco, con el que tendría dos hijas que viven en Teruel capital y que le dieron cuatro nietos.


"Los jóvenes de ahora se lo pasan mucho mejor que nosotros", aseguraba. En su juventud, ir a trabajar "los días de hacienda" no era una opción. A pesar del poco tiempo libre del que disponían, recordaba cómo se las apañaban para verse a escondidas con los chicos del pueblo. "Los domingos teníamos que volver a casa al ponerse el sol, así que decíamos que íbamos a la fuente a por agua, cogíamos los cántaros y los botijos, y allí nos estaban esperando", recordarba entre risas.


En su pantorrilla derecha conservaba una cicatriz que le hicieron con "un hierro rusiente, al morderme una víbora que salió de un fajo de trigo. Tuvieron que sacar el veneno y cerrar la herida", rememora. Una de las comidas favoritas de Amada era la tajada de cerdo, aunque, como explicaba, "tampoco había mucho más para elegir".


Al cumplir 76 años, Amada se mudó a Teruel para vivir con sus hijas y sus respectivas familias donde pasaría sus últimos años de vida rodeada de sus seres queridos, aunque siempre esperaba con ansia la llegada del verano cuando regresaba a su añorada casa de Cuevas de Almudén. "Me encanta mi jardín, está lleno de flores y tengo una parra que lo rodea todo. Bien majo que es", concluía.