BALONCESTO

¡Larga vida al espectáculo!

Los Harlem Globetrotters no defraudaron ayer en el Príncipe Felipe, ofreciendo su amplia gama de mates, bromas varias y acciones absolutamente espectaculares

Acciones espectaculares se combinan con bromas a los rivales.
¡Larga vida al espectáculo!
ESTHER CASAS

Si le dijesen al viejo Ape Saperstein que el grupo de jugadores que juntó en 1926 para amenizar los descansos del lujoso salón de baile 'Savoy' de Chicago se iba a convertir en uno de los decanos del espectáculo deportivo del baloncesto mundial, se frotaría los ojos. Los míticos Harlem Globetrotters volvieron a visitar Zaragoza de nuevo e hicieron de las tablas del pabellón Príncipe Felipe un escenario donde destilar la esencia más pura del espectáculo y convertir el tradicional deporte en un alarde de trucos de magia y derroche de imaginación.

 

Estos jugadores de baloncesto volvieron a situarse por encima de las leyes de la física como han hecho tantas veces. Pero como en tantas historias, todo superhéroe tiene su villano, ante el que siempre sale victorioso. Ayer el 'malo' de la película estaba representado por el tramposo Red Klotz, entrenador de los Washington Generals, el antagónico rival de los Globetrotters, al que lleva ganando durante los 38 últimos años.

 

Pero los únicos protagonistas eran los jugadores de Chicago, al menos para las más de 3.000 personas que no se lo quisieron perder. Entre algunos de los que ocuparon las butacas del pabellón zaragozano se podía ver a Husseín Zaky, ex jugador del CAI BM Aragón, Matías Lescano, capitán del CAI Zaragoza, o Cristina Ouviña, del Mann Filtter.

 

El partido solo tuvo un dueño a pesar de que fueron perdiendo durante varios minutos. Con sus malabares, sus mates, sus bailes y sus cómicos ataques desquiciaron a sus rivales, que corrían detrás del balón cayendo una y otra vez en las jugarretas que planeaba el capitán Special K, padrino de ceremonias, que formó junto con su compañero Norris la pareja de bufones de la noche.

 

Nunca los tiempos muertos estuvieron tan vivos. Algunos de los más pequeños y alguna dama del público eran escogidos para salir al centro de la pista e intentar imitar alguno de los trucos circenses de los americanos. Tampoco nunca se conoció un árbitro con tan poca autoridad. Corría de lado a lado voceando, intentando imponerse. Sus pitidos se ahogaban entre las risas de los presentes que no dejaban de corear los mates de Moo-Moo, Turbo y Bear, ni que dejó de aplaudir viendo como Turbo y Rocket estiraban la imaginación para repetir un pase imposible o como el pequeño Ant se revolvía entre las piernas de la defensa de los Generals.

 

El encuentro acabó como se presuponía. Con una tronchante victoria de los Globetrotters, ese equipo de baloncesto con vocación de compañía teatral que hacen de la habilidad y el humor las piezas fundamentales de su plantilla. La fiesta la completaron las mascotas Globie y su hermano mayor Big G. Ni el tramposo técnico rival, que cambió el balón de juego por uno con control remoto o puso una tapa sobre el aro, no pudieron impedir la derrota. En la capital aragonesa sumaron un partido más a ese interminable registro de más de 25.000 partidos en 82 años y que les ha llevado por más de medio planeta.